Por: Ghina Castrillón Torres. Politóloga feminista.
Querida Viviana – y todas las mujeres etiquetadas injustamente como “malas” víctimas,
Escribo estas líneas con un profundo respeto y admiración por tu valentía al denunciar las violencias vividas por el hecho de ser mujer en una sociedad que privilegia a los hombres.
Cada vez que una de nosotras denuncia, en lugar de escuchar nuestro testimonio, los medios de comunicación, las instituciones, y muchos otros empiezan a escrutar nuestras decisiones, acciones y palabras. Porque tomaste vino, porque ese vino fue en el apartamento de él, porque bailaste con él, porque no te fuiste… Como si las mujeres que no somos puras, prudentes y recatadas fuéramos menos dignas de ser respetadas, quedando en el aire la idea de que de algún modo provocamos los abusos que sufrimos.
El peso de la responsabilidad se desvía hacia nosotras, nos intentan desacreditar y cada detalle de los testimonios se convierte en una prueba contra las mujeres, mientras que las acciones del – presunto – agresor poco o nada son cuestionadas, demostrando más interés en proteger su reputación, cuando deberían concentrarse en entender cómo y por qué se siente con la libertad de violar los límites.
Viviana, cuando respondías las preguntas revictimizantes que te hicieron en algunas entrevistas demostraste claramente que esa narrativa prejuiciosa de la “mala víctima” es una herramienta de silenciamiento que no funcionaría contigo. Quienes creemos que es posible una justicia feminista estamos aquí para repetir incansablemente que no existe una forma correcta de ser víctima y que no tenemos que cumplir con ningún estereotipo de “decencia” para merecer empatía, protección y respeto.
A todas las “malas” víctimas, nos digo: no somos culpables. Y cuento que me siento muy rara al escribir esto porque, con todas las herramientas que me ha dado el feminismo, hoy pienso en un episodio de violencia que viví, y al observar los señalamientos que recaen sobre nosotras, siento cómo ese peso me ha mantenido en silencio, porque estoy segura que cada una de mis acciones sería sometida al mismo escrutinio y no estoy preparada, aunque hayan pasado muchos años.
Esta carta es un abrazo y una promesa. La promesa de que, aunque queda mucho camino por recorrer, vamos a insistir hasta lograr un sistema en el que las preguntas incómodas sean para los agresores, y no para quienes hemos sufrido. Porque no se trata sólo de que se les caigan los nombramientos en entidades públicas, como dijo Gisèle Pelicot “la vergüenza tiene que cambiar de bando”.
Gracias Viviana porque con tu denuncia y tu forma de enfrentar a los medios nos demuestras que, aunque es muy difícil, debemos continuar reclamando escenarios en el que todas las mujeres, sin importar las circunstancias, podamos denunciar sin temor a ser juzgadas.
Con cariño,
Ghina Castrillón Torres.
Comments