En los últimos días se conocieron dos noticias importantes en el mundo político que definirán sustancialmente el mapa político para el 2018. La primera fue la filtración de la información según la cual habría conversaciones bastante adelantadas entre Vargas Lleras y Simón Gaviria para establecer una fórmula lo suficientemente fuerte como para logar meterse en segunda vuelta para competir con el uribismo por la Presidencia en el 2018.
El cálculo de Vargas Lleras es a tres bandas. Por un lado, logra fragmentar o dividir el Partido Liberal. Desde la élite bogotana, Humberto de La Calle sería su rival más importante. De La Calle contaba con el apoyo principal de César Gaviria, el hombre con más poder dentro del liberalismo. De tal forma que Vargas Lleras se lleva la mitad del Partido Liberal a sus toldas. Lo segundo que logra Vargas Lleras es arrastrar al sector del liberalismo que dirigió los diálogos de La Habana y sobre todo atraer ese voto del Sí de los estratos 4 y 5. No significa que Simón Gaviria represente este voto, pero obviamente daría al menos tranquilidad a estos sectores que quieren que la agenda de los acuerdos de paz prospere. Por último, Vargas Lleras cree que podría lograr una buena cantidad de votos. Al menos en la Cámara de Representantes Simón Gaviria ha sabido consentir a varios líderes regionales.
El segundo hecho político de la semana ha sido la firmatón contra la corrupción que arrancó la senadora Claudia López. Para muchos sectores políticos esto no iba a tener mucha trascendencia, era algo así como flor de un día. Sin embargo, la acogida popular ha sido impresionante. Hay voluntarios en muchos municipios, salen por todo el país. Lo que esto indica es que la población colombiana, al menos aquella de las grandes ciudades, está cansada de tanta corrupción. Si algo ha tenido Claudia López es olfato político y, como se dice popularmente: “le pegó al perro”. Su campaña presidencial se ha disparado y ha logrado recoger un voto joven, urbano e inconforme que la ha otorgado una ventaja importante frente a sus otros competidores del espectro político que denominaríamos los candidatos alternativos.
Algo que llama la atención es que para los políticos del vargasllerismo y del gavirismo las iniciativas como la firmatón contra la corrupción son bobadas, ellos argumentan que en departamentos como Sucre, Córdoba y en general en las provincias del país, los puestos de trabajo dignos están en alcaldías y gobernaciones y por ende este descontento social no tendrá efecto alguno. Al final la población nuevamente aceptará que el clientelismo es la mejor forma de lograr estabilidad laboral. Se equivocan, creo yo. Si bien esa es la realidad de las regiones, en las grandes ciudades sí hay un malestar y muchos jóvenes ya no creen en esa vieja política.
Pero además, esos pactos de élites para gobernar un país son cosa del pasado. Esa situación en la que los hijos y nietos o delfines políticos tienen prácticamente escriturados los puestos de elección popular ha comenzado a cambiar. Sé que la historia de Colombia es que 45 familias gobiernan un país de 50 millones de habitantes –A eso llaman democracia algunos, ¡imagínense!–, pero estos políticos que creen que esto seguirá igual no han oído la gente en la calle, y lo cansados que estamos de esa élite política que ha gobernado siempre y que es responsable de que la corrupción y el crimen que se hayan tomado la política colombiana. Ellos son los verdaderos responsables de la tragedia de este país, de los niños muertos de hambre en La Guajira, del atraco que se comete al sistema de salud de este país. Y no han entendido que la población colombiana comenzó a fastidiarse con esos gobernantes de siempre.
Colombia no aguanta más pactos de élites, esos “frentes nacionales” disfrazados ya nos cansaron. O se busca una verdadera coalición que aprovechando los acuerdos de paz profundice la democracia, limpie la política y construya un país mejor, o es mejor no hablar de coaliciones por la paz. Fórmulas que incluyan a Humberto de La Calle, Sergio Fajardo o Claudia López serán mucho más atractivas que pactos ocultos entre élites.
Columna de opinión publicada en Semana.com
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