Ancízar, el guardián de los libros de Aracataca
- Iván Gallo - Coordinador de Comunicaciones
- 4 jul
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Por: Iván Gallo Coordinador de Comunicaciones

Cuando Ancízar nació, Gabriel García Márquez era un joven de 27 años que difícilmente se reponía de haber perdido todo durante la revuelta popular que se dio después de la muerte de Gaitán y que fue conocida como El Bogotazo. Los años como estudiante de derecho, en la Universidad Nacional, habían convencido a Gabriel que lo de él eran las letras. Uno de los primeros recuerdos que tiene Ancízar es escuchar las correrías que hacía García Márquez por los pueblos de la costa vendiendo enciclopedias. A veces, a sus pasos se sumaban a los de su amigo, Rafael Escalona. Cuando terminaban de vender los libros se iban a la casa de Luis Puerto García, quien fue durante muchos años alcalde de Aracataca. Así que regresaban a este pueblo de aguas cristalinas y se quedaban semanas bañándose en su río, componiendo versos y vallenatos y también cuentos.
Se llama Ancízar Elías Vergara, tiene 70 años, y desde hace medio siglo es el bibliotecario de Aracataca. Custodia una colección que ya tiene más de cinco mil ejemplares y en donde reposan las versiones de los libros de Gabo traducidos a más de veinte idiomas. Ha atendido iraníes, chinos, mongoles, rusos, argentinos y venezolanos, entre otros países, que han venido tras la estela de Gabo. Por respeto, el bibliotecario de Aracataca no llama a Gabo Gabo como le decimos, de atrevidos y perezosos los cachachos. Gabo no es el diminutivo de nada, es una palabra que se inventaron en Bogotá para domesticar a García Márquez. Ancízar le dice así, sin importar que suene más largo e impersonal: Gabriel García Márquez.
En 1975 salió al mercado El otoño del patriarca, la esperada novela que vendría después del suceso hipergaláctico que resultó Cien años de soledad. Ese año Gabo -perdón lo cachaco- vivía en Barcelona, al cuidado de Carmen Balcells, mientras que en Aracataca ocurría un hecho histórico: se abría por primera vez una biblioteca pública. El nombre no pudo ser más bello: Remedios la bella. Con la vitalidad de sus 70 años, Ancízar recuerda el pasado: “La biblioteca y la casa de la cultura se inauguraron hace medio siglo. Para celebrarlo, yo mismo gestioné la traída del grupo de danza de la Universidad del Atlántico. Para lograrlo, conté con la colaboración del rector Aquiles Escalante”. Ese mismo año lo escogieron como director de la biblioteca y de la casa de la cultura. Una madrugada de octubre de 1982, el pueblo se levantó con la noticia de que, a su hijo más querido, la academia sueca le había otorgado el Premio Nobel. Desde ese momento, supo que no solo a Gabito se le había partido la vida en dos, sino también a los cataqueros. Tenía dos meses para organizar una fiesta descomunal, como esas que armaba Aureliano Segundo, para celebrar la entrega del Nobel, que se efectuaría el 11 de diciembre de 1982, en Estocolmo. Entonces, fueron gobernadores de todas partes del país y los alcaldes de la Costa. Por un momento, todas las brújulas del mundo apuntaban de nuevo hacia Aracataca, que es Macondo.
Porque cuando un japonés se entera que Macondo existe, no puede hacer otra cosa que conocerlo. “Acá todas las semanas viene gente de todas partes del mundo. Llegan de incógnito, se quedan en los hotelitos que hay en el municipio. Quieren conocer el Macondo verdadero. Acá ha venido gente rutilante. Una vez me encontré en la calle con el chino que tradujo la saga de los Buendía al chino, y hace una semana le di la mano al ministro de Cultura de la República Dominicana, que quería conocer dónde había nacido el genio más grande que ha dado la lengua castellana desde Cervantes”.
La última hazaña que ha conseguido este guerrero de la cultura fue organizar, contra viento y marea, la primera feria del libro de Aracataca. Dios no le dio hijos para cuidar, sino muchos libros que va remendando y renovando con el paso del tiempo. Ancízar y la biblioteca Remedios la bella, que custodia, estarán esperando a todos aquellos que decidan regresar a la región encantada que queda a pie de monte de la Sierra Nevada de Santa Marta y que lleva como nombre Aracataca, el lugar de donde todos venimos.
Apareció una oportunidad para conocer el pueblo más famoso del mundo. Este 2 y 3 de agosto, gracias a la fundación Paz y Reconciliación y a la Gobernación del Magdalena, se hará el primer festival Macondo. Llegó la hora de que todas las brújulas del mundo vuelvan a apuntar al pueblo que descubrió Melquiades.
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