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A propósito de la paz pendiente con el ELN

Por: Luis Eduardo Celis


Está por terminar el gobierno de Iván Duque y uno de los temas en el que no avanzó nada, es en el relacionado con el ELN. Hay que decir, para morigerar la crítica, que ninguno de los cinco expresidentes que algo han intentado al respecto, tampoco lo pudieron resolver, desde el presidente César Gaviria, que se sentó con el ELN en un primer intento.

Hoy el ELN es un poco más grande que en 2018, ha perdido mandos importantes, pero ha ganado mayor presencia territorial y, por ende, acceso a rentas. Sigue siendo un factor de perturbación del cual se habla de cuando en cuando, pero su accionar armado lo sufren hoy comunidades de 180 municipios, en los que hace de Estado paralelo, ofertando seguridad y justicia, no siempre mejor de lo que lo hace el estado colombiano. También, hay que decirlo, en algunos casos el ELN cuenta con sintonía y compenetración con las comunidades, que se sienten más a gusto con su presencia que con la de la Fuerza Pública; asimismo hay comunidades que les temen y los odian, pero deben soportarlos, de todo hay en la viña del Señor.

Ante un conflicto no resuelto, siempre será pertinente el intercambio de propuestas para buscar las maneras en que un gobierno logre liderar su resolución, que por supuesto solo tiene un camino viable a mi juicio: solución negociada. Ningún gobierno ha podido derrotar al ELN, quizás lo han disminuido, como pasó durante los gobiernos de Gaviria, Samper y Pastrana, en acción conjunta entre militares y paramilitares. Pero de ese drástico adelgazamiento, en el que pasaron de 5.000 combatientes en 80 estructuras en 1992 a 1.500 combatientes en la mitad de estructuras en 2002, se han venido recuperado de manera paulatina en las dos últimas décadas y hoy pueden estar nuevamente sobre 2.200 combatientes, sin contar con las redes de milicianos. Es un sube y baja en medio de una sangre que siempre corre: sangre de militares y policías, pues, en promedio, en los últimos diez años, el ELN asesina a 30 integrantes de la Fuerza Pública al año; sangre de guerrilleros y sangre de civiles, que perecen en esta insensata violencia.

Sí, deseamos que no haya más ELN, pero el deseo es una cosa y la realidad es otra. Es menester echarle cabeza al problema y formular una política eficiente para superar este conflicto.

Rafael Pardo, una voz de experiencia y rigor, escribió hace unos pocos días una columna en el diario El Colombiano que tituló Dilema: qué hacer con el ELN, el planteamiento central que nos ofrece Pardo ante este tema es el siguiente:

“Deberían convocar a una conferencia sobre la paz en alguna región simbólica como Arauca o Catatumbo. Parar la degradación, iniciar por decretar acuerdos humanitarios regionales para luego acogerse a la JEP, en donde es factible que establezcan unos macrocasos como se ha hecho con las FARC. Y esto podría empezar por los mal contados 600 presos que están en las cárceles. Uno por uno podría iniciar el camino de acogerse a la JEP y obtener la libertad por la vía de la verdad”.

En este planteamiento escueto que hace Pardo no se ve un proceso con participación del gobierno. Es una propuesta demasiado simple, unilateral: el ELN debe parar la degradación, de acuerdo, pero está más que comprobado que el camino de la unilateralidad no es para nada viable, o si no veamos los cuatro años del gobierno de Iván Duque, en los que esa fue la exigencia: “si el ELN hace esto y aquello...”.

El ejemplo del País Vasco no aplica para Colombia, el ELN no es ETA, ni Colombia es el País Vasco. ETA se convenció de que había llegado el momento de deponer las armas y la izquierda se lo dijo con toda claridad. Aquí la izquierda lleva tres décadas diciendo que debe parar la violencia y ahí sigue el ELN.

Otros analistas también dicen, haciendo una vez más la analogía entre el País Vasco y Colombia: así como ETA perdió la tolerancia del gobierno francés, cuando Venezuela deje de tolerar al ELN la ecuación cambiará. Yo respondo a esta afirmación: así como Colombia no puede derrotar al ELN, tampoco el estado venezolano puede sacar al ELN de su territorio. Imaginemos el caso en que mañana gobierne la derecha más dura en Venezuela y rompa todo nexo con el ELN, aún en ese escenario, el ELN permanecerá en Venezuela, porque igualmente ese estado ha perdido el control sobre parte de su territorio, como ha ocurrido en Colombia.

Tengo un mantra para la paz negociada con el ELN: bilateralidad, la más amplia participación, aterrizar un conjunto de transformaciones que tienen como escenario privilegiado los territorios donde ha permanecido el ELN, y la última y más difícil: certeza de cumplimiento de lo pactado.

Tarea pendiente para el próximo gobierno.

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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