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A 5 meses del racionamiento de agua en Bogotá: Radiografía de una crisis hídrica anunciada

Por: Oscar A. Chala

Investigador de la Línea de Democracia y Gobernabilidad


Foto tomada del: El Tiempo


Bogotá ya completa más de 5 meses y 4 días de racionamiento en su consumo de agua desde que l1 de abril el alcalde Carlos Fernando Galán decidiera imponer la medida, luego de que el nivel del sistema de embalses Chingaza, compuesto por el embalse de Chuza y San Rafael, que abastecen el 70% del líquido vital a la ciudad, llegara a niveles críticos (16,32% de su capacidad total).


El racionamiento ha puesto de manifiesto una crisis que se venía gestando desde hace tiempo. La falta de previsión, tanto a nivel local como nacional, frente a las advertencias del IDEAM sobre el fenómeno de El Niño, han generado una situación crítica en el suministro de agua de la capital colombiana, que no superó las metas iniciales de la Alcaldía y que ahora amenazan con la posibilidad de que el problema sea más grave en 2025, que puede ser otro año seco.


La implementación tardía de medidas de ahorro, la ineficacia de las campañas de concientización y los retrasos en la optimización de la infraestructura hídrica han confluido en un escenario complejo que abren preguntas sobre los grandes problemas estructurales en la planificación urbana y la coordinación entre diferentes niveles de la administración distrital y nacional, sobre la gobernanza del agua y la necesidad de un nuevo ordenamiento territorial que gire alrededor de un recurso que cada vez escasea con mayor frecuencia en el país.


Crónica de un racionamiento anunciado


A las 8:00 am del jueves 11 de abril, comenzó el primer día de racionamiento en la ciudad. La medida se había tomado luego de que, en la semana anterior al inicio del racionamiento, el mismo alcalde hubiera señalado que el nivel en general de los embalses que abastece a la ciudad estaba sobre el 45%, habiendo mayor riesgo sobre el sistema Chingaza, compuesto por el embalse de Chuza, que para el momento se encontraba sobre el 17% de su capacidad, junto con el embalse de San Rafael, que estaba en el 18%.


La posibilidad de que Chuza llegara al 14% a cierre de abril llevó a que Galán, amparado en la resolución que previamente la Comisión Reguladora del Agua (CRA), unidad administrativa adscrita al Ministerio de Vivienda, había publicado en enero de 2024, tomara la decisión de implementar un sistema de racionamiento diario, de 8:00 am a 8:00 am del siguiente día, cuyo objetivo era reducir en un 11% el consumo total del agua en la ciudad, bajo el límite de 15 m3/s.


Junto a estas medidas, el gobierno también se adscribió a la resolución de la CRA, en la que contempló sancionar a los hogares que consumieran más del doble del consumo básico de subsistencia por hogar —de 22 m3— con multas reflejadas en mayores cobros dentro del recibo del agua, así como multas de entre $750 mil a $1.2 millones de pesos a quienes fueran sorprendidos desperdiciando agua.


Las medidas inicialmente fueron acompañadas de una masiva publicidad de la Alcaldía en medios que, aunque no lograron en varios días llegar a la meta estipulada de 15 m3/s, si funcionaron para que el nivel de los embalses comenzara a subir —aunque en una velocidad mucho más lenta de la esperada—, acompañada con la breve temporada de lluvias que llegó a la zona central del país durante el mes de mayo y parte de junio.


Para finales de mayo, el alcalde realizó un balance en el que reconoció, entre otras cosas, que solamente un día de los 45 que ya llevaba el racionamiento se había alcanzado un consumo por debajo del límite estipulado, y que, aunque lo ahorrado equivalía lo suficiente como para llenar 2.913 piscinas olímpicas (casi 7 millones de metros cúbicos de agua), no era suficiente para llegar a la meta de llenar la capacidad del sistema Chingaza hasta el 70%, aun cuando el 10 de mayo, casi un mes luego de iniciada la medida de racionamiento, se logró la meta del 20% inicialmente propuesta.


El aumento del nivel del agua en los embalses (que pasó del 20,11% el 10 de mayo al 42,83% a corte del 28 de junio) llevó a que el alcalde, en medio de cierto optimismo ambientado por la declaración del IDEAM de que el fenómeno de El niño había comenzado a entrar en una fase transicional para dar paso al fenómeno de La Niña (que debería haber traído más lluvias al país) en mayo, llevó a que a finales de junio decidiera relajar las medidas, en parte, argumentando que era factible alcanzar el 70% necesario para que el sistema Chingaza pudiera soportar las sequías previstas por el IDEAM para noviembre y diciembre de este año, con un sistema de ahorro sostenido pero más flexible. La Alcaldía decidió relajar el racionamiento manteniendo los 9 turnos establecidos, pero intercalados con un día en el que no hubiera cortes, junto con el aumento del límite de consumo al 16,6 m3/s, luego de que no se hubiera alcanzado el límite anterior.


No obstante, las lluvias cesaron muy pronto, comenzaron a ser cada vez más esporádicas, y lo que se esperaba con optimismo comenzó a ralentizarse, de nuevo, hacia julio. En agosto, los niveles del sistema Chingaza se descolgaron de la expectativa. Para mediados de ese mes se presentó el último aumento en el sistema, y desde el 23, comenzó a descender. Para el 17 de septiembre, dos días antes de que se escribiera esta historia, el nivel llegó al 45,62%, muy cerca de las cifras previas a las del 28 de junio cuando se relajaron las medidas. Para este mismo día, el resto del sistema de embalses que abastece a Bogotá está sobre el 54,17%.


Frente al embalse de Chuza, el más afectado, el nivel se encuentra sobre el 36,48%, mientras que el embalse San Rafael se ubica sobre el 76,97%. Con respecto al fenómeno de La Niña —que estaba presupuestado que llegara mucho antes de lo esperado— tiene un 71% de probabilidades de ocurrir entre septiembre y noviembre. No obstante, con la salvedad de que será un fenómeno de baja intensidad, lo que implica que la cantidad de precipitaciones que se presente será menor al esperado, especialmente en la región de la Amazonía y en la Orinoquía, donde se abastece el sistema Chingaza.


El 10 de septiembre, el Ministerio de Ambiente, junto con la CRA, decidieron endurecer las medidas para prevenir el desabastecimiento de agua en la ciudad, que se concentraron en reducir el límite del cobro del sobreprecio a los usuarios (de 22 m3 a 13 m3), incluir un desincentivo a las empresas que prestan el servicio de agua potable, la inclusión de usuarios comerciales e industriales del agua dentro de los cobros adicionales por el consumo de agua, y aplicar desincentivos al consumo excesivo en los contratos de suministro de agua potable.


El 12 de septiembre, Carlos Fernando Galán había señalado que, si no se reducía o retrocedía la tendencia, era probable que tomara la decisión de volver a endurecer las medidas, volviendo a un modelo de racionamiento diario. No obstante, Galán y la gerente de la Empresa de Alcantarillado y Acueducto de Bogotá (EAAB), Natasha Avendaño, señaló que la capacidad de la planta de tratamiento Tibitoc, que abastece al sistema norte de la ciudad, había aumentado al 50% en estos meses, lo que relajaría un poco el estrés hídrico sobre el sistema Chingaza.


La tendencia no ha decrecido, por lo que se espera que en los próximos días Galán haga efectiva en una alocución sus decisiones, adelantándose a la fecha inicial que había propuesto (21 de septiembre) para ser implementadas al cierre de este ciclo de racionamiento, el 29 de septiembre próximo.


La crisis ya se veía venir


Aunque los efectos del fenómeno de El Niño se empezaron a sentir con fuerza en Bogotá desde mediados de enero de este año —especialmente con la emergencia por los incendios forestales que asediaron a varios de los cerros de la ciudad durante varios días, lo mismo que en otras zonas del sur y occidente de la ciudad—, ya el IDEAM había advertido, al menos desde octubre de 2023, sobre el descenso inevitable de las lluvias en la región centro del país, al menos, desde noviembre de 2023.


Según lo reportó la Silla Vacía en su momento, la Alcaldía saliente de Claudia López tenía claro que existía un riesgo potencial de desabastecimiento, pero sin la certeza de qué tan fuerte podía ser el fenómeno, no hubo mayor preocupación por la posibilidad de que se afectara el suministro de agua en la ciudad, en parte, porque se esperaba que hubiera resiliencia con el sistema norte, impulsado por la planta de tratamiento Tibitoc. El Instituto de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger) incluyó después una potencial afectación en el suministro dentro de sus planes de contingencia frente al fenómeno del niño en el primer semestre de 2024.


El tema tampoco fue motivo de alerta en el empalme entre López y Galán, por lo que, para enero de 2024, cuando los efectos de El Niño comenzaron a sentirse con fuerza, el debate se concentró en el control de los incendios forestales, aun cuando para enero ya el acueducto había indicado que el nivel de los embalses estaba bajando y para febrero había alertado de que el sistema Chingaza estaba descendiendo en su nivel rápidamente, llegando al 32% de su capacidad para ese mes.


Con ello en mente, la nueva gerente del Acueducto, Natasha Avendaño, lanzó una primera campaña de ahorro del agua #PilasConElNiño, que funcionó entre el 7 de enero y el 9 de abril, y que, a pesar de haber generado una reducción del consumo en 1m3/s en la ciudad, la realidad es que no tuvo mucha incidencia, especialmente porque la Alcaldía no le dio mucho bombo a la campaña.


Luego vino la alerta por el nivel crítico que había alcanzado el sistema Chingaza y las proyecciones del Acueducto con sus modelos, que llevó a que el 8 de abril el alcalde tomara la decisión de imponer un racionamiento 3 días después.


Sin embargo, la crisis del agua en Bogotá es mucho más profunda y atraviesa prácticamente la planeación misma de la ciudad desde el pasado, por lo que el desabastecimiento responde a una crisis mucho más estructural y que desde gobiernos anteriores no se ha abordado. 


En 2013, cuando el actual presidente Gustavo Petro era entonces alcalde mayor de la ciudad, el Acueducto de Bogotá contrató a una firma de consultorías de ingeniería, Ingetec, para que propusiera un Plan Maestro de Abastecimiento de Agua para Bogotá. De entre los resultados obtenidos en ese Plan, se había establecido la urgencia de comenzar a ampliar y optimizar varios de los proyectos de plantas de tratamiento para que la demanda de agua no superara la oferta de esta en la ciudad. En 2019 hubo un riesgo de que sucediera, pero el consumo interno se ha mantenido dentro de los márgenes de la oferta proyectada desde 2015, por lo que el sistema no se había resentido lo suficiente, sino hasta ahora, en el que el factor del cambio climático y la posibilidad de ciclos de sequía más largos reduzcan la oferta de manera estrepitosa.


Fuente: La Silla Vacía.


Solamente y hasta ahora, la planta Tibitoc ha tenido optimizaciones que le permiten aumentar su capacidad al 50% y solventar el estrés al que está sometido el sistema Chingaza. No obstante, el resto de las optimizaciones ha estado retrasadas, y la mayoría, que para estas fechas deberían estar terminadas, no lo están.


El otro gran problema es que en la proyección climática que hace el Ministerio de Ambiente hacia 2040, es probable que la zona del páramo de Chingaza sea afectada por las variaciones del cambio climático, volviéndose una zona mucho más caliente y con menos precipitaciones, por lo que ampliar el sistema Chingaza quedaría descartado por la administración distrital. En ese mismo estudio, el MinAmbiente asegura que es probable que en toda la cuenca que alimenta al río Bogotá sí se de ese crecimiento en precipitaciones, por lo que la solución probable a futuro para abastecer la ciudad esté allí.


Esto, justo a los problemas de comunicación que ha tenido su estrategia (que han acarreado la crítica de muchos sectores de la ciudadanía en redes sociales), y además de que las sanciones y multas que la alcaldía prometió solo se han podido imponer desde julio, han hecho que el racionamiento, que se relajó desde el 1 de julio, no haya sido efectivo tras más de 5 meses de haberse impuesto. Del mismo modo, la medida, aunque ha ayudado a que el sistema Chingaza no se sobrecargue, no ha servido del todo para reducir el consumo de agua (que se sigue manteniendo por encima de los 16,6 m3/s con el relajamiento de las medidas).


El gobierno nacional también pudo haber tomado medidas


Con las alertas del IDEAM conocidas desde octubre de 2023, el gobierno nacional estuvo también en mejor posición para haber tomado medidas frente al desabastecimiento de agua en Bogotá.


La Comisión Reguladora del Agua (CRA) es la entidad encargada a nivel nacional de hacer los ajustes dentro de los límites de consumo para decretar aumentos, disminuciones o poner los topes máximos y mínimos de las estructuras tarifarias, en los que las administraciones departamentales y locales pueden actuar y que deben ser cumplidas por las empresas prestadoras del servicio de agua.


Hubo un primer paquete de medidas con la que la CRA esperaba generar suficiente disuasión para el ahorro y control en el consumo que se presentó en enero de 2024, luego de que esta entidad se reuniera en una mesa técnica con el IDEAM, quien manifestó el riesgo de que varias de las fuentes hídricas del país terminaran desabasteciéndose por el fenómeno del niño. De allí salió la resolución UAE-CRA 039 de 2024 con incidencia territorial nacional.


Del mismo modo, el Ministerio de Ambiente había publicado hacia diciembre de 2023 una cartilla de orientaciones para la integración efectiva de programas de índole ambiental (en las que se incluyen recomendaciones para un ordenamiento territorial alrededor del agua) dentro de los planes de desarrollo locales y departamentales de los gobiernos entrantes, y en los que se recomiendan la construcción de proyectos para la promoción del uso eficiente y ahorro del agua.


Para noviembre de 2023, MinAmbiente también había hecho un llamado a las autoridades locales y regionales para que tomaran medidas de reducción de riesgo para la población ante la inminente llegada del Fenómeno del Niño, del mismo modo qe había destinado un rubro de 2.2 billones de pesos para responder ante las emergencias que pudiese presentarse en 176 de los municipios más vulnerables por el fenómeno.


En ese mismo sentido, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) ya venía advirtiendo desde noviembre de 2023 del riesgo de las bajas precipitaciones, aunque también descartó en un primer momento de la posibilidad de desabastecimiento, sosteniéndose en que los embalses tenían un bue nivel de resiliencia frente a las próximas sequías.


La falta de coordinación dentro de un sistema descentralizado y sin un marco fijo normativo sobre la gestión del agua ha llevado a reacciones tardías (como el decreto de la CRA tras dos meses de haber llegado El Niño), del mismo modo a decisiones unilaterales por parte del Estado que no responden a las necesidades y problemáticas urgentes en el corto plazo, así como ata de manos a gran parte de las entidades territoriales locales, que terminan tomando también medidas a destiempo y no planifican de manera gradual respuestas a largo plazo.

 

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