Por: Luis Eduardo Celis Analista de conflictos armados y de sus perspectivas de superación
La siguiente entrevista fue elaborada para su publicación en El Espectador. La compartimos desde la Fundación Paz & Reconciliación (Pares) con la autorización de su autor y con ligeras modificaciones, respecto a la publicación original, de acuerdo a los lineamientos editoriales de Pares:
Paul Ríos Garaizar es un ciudadano vasco que trabajó de manera activa por la superación de las violencias agenciadas por ETA, una organización terrorista y nacionalista vasca. Especialmente, desde su rol como director de Lokarri (un movimiento social de carácter pacifista que trabajó para promover el acuerdo y la reconciliación como salida al conflicto vasco), Garaizar fue perseverante en este propósito. El día de ayer, 20 de octubre de 2021, al cumplirse 10 años del fin del conflicto del cual ETA fue protagonista, nos concedió una entrevista para tener presente esta experiencia, vivida en España, en el marco de las reflexiones de una sociedad como la colombiana que sigue teniendo el reto de construir una sociedad en paz.
El 20 de octubre del 2011, ETA anunció el fin de 43 años de acciones violentas con las que buscaba lograr la independencia del País Vasco respecto a España. Este accionar armado, iniciado en 1968 (aunque ETA se constituyó en 1959), de acuerdo a cifras del Ministerio del Interior de España, dejó 854 personas asesinadas (la mayoría de ellas vascas), 79 personas secuestradas (12 de ellas asesinadas) y 6.389 heridos.
A continuación, la entrevista que hemos tenido con Paul Ríos Garaizar:
Luis Eduardo Celis (L.E.C): Ahora que se cumplen 10 años de la terminación de ETA como organización, ¿cómo ves los inicios de este conflicto? ¿cuáles fueron sus causas?
Paul Ríos Garaizar (P.R.G.): Este es un tema muy controvertido. Hay opiniones muy diferentes sobre las causas del conflicto y la violencia en el País Vasco. Ahora bien, trataré de resumirlo. La sociedad vasca es plural respecto a su identidad nacional. Una parte de la población quiere continuar unida a España, y otra quiere más soberanía o incluso la independencia. A ello hay que sumar que sufrimos durante 40 años la dictadura franquista, que violaba los derechos humanos y libertades democráticas. En ese contexto, surgió un grupo armado (o terrorista), llamado ETA, que utilizó la violencia para combatir el franquismo y lograr la independencia. En la transición democrática en España, ETA decidió seguir utilizando la violencia. Ello nos llevó a una situación de violencia continua y a vulneraciones de los derechos humanos, no solo por parte de ETA, sino también por parte de grupos paramilitares o cercanos a los aparatos del Estado.
L.E.C.: ¿Cómo transcurrió este conflicto en sus orígenes y por qué persiste luego de la terminación de la dictadura franquista y la transición a la democracia?
P.R.G.: Es una buena pregunta. ETA surge como un grupo armado nacionalista, antifranquista y que fue incorporando características semejantes a los grupos de liberación que nacieron en Sudamérica. Parecía que con la transición española pondría fin a sus actividades, pero consideró que no se había roto con el franquismo y que la única alternativa para conseguir la independencia era utilizar la violencia. Y decidió hacerlo pese a que los mensajes mayoritarios que llegaban de la sociedad y partidos vascos era que se debía dar una oportunidad al nuevo régimen democrático. ETA ignoró este llamamiento y se embarcó en una campaña de violencia que, incluso, fue más virulenta que la presente durante el franquismo. En ese contexto, además, actúan grupos paramilitares y surgidos del entorno del Estado, y se fue alimentando una espiral violenta, mientras la mayoría social comenzó a movilizarse y a expresar más claramente su deseo de vivir en paz.
L.E.C.: ¿Cómo era la relación de ETA con la sociedad vasca? ¿qué tanto apoyo tuvo ese proyecto de acción política ejerciendo violencia?
P.R.G.: Es difícil de determinar el apoyo que tuvo ETA durante la dictadura, aunque es cierto que una parte importante de la población consideraba legítima la lucha armada para combatir la dictadura. Una vez llegó la transición democrática y el País Vasco recuperó su autogobierno, este apoyo o comprensión fue disminuyendo de manera notable con el paso de los años, hasta el punto de que ya para los años 90, la inmensa mayoría de la sociedad vasca rechazaba la violencia de ETA. Se dio así la contradicción de que ETA justificaba su violencia para defender al pueblo vasco, mientras que el pueblo vasco rechazaba y condenaba dicha violencia.
L.E.C.: ¿Desde cuándo se empezó a hablar de una salida negociada y cómo transcurrió ese proceso de intentos de solución pactada?
P.R.G.: Poco después de la transición democrática, ya comenzaron los intentos de articular un proceso de paz negociado. Algunos de ellos tuvieron éxito, como en el año 83, cuando la llamada ETA-pm decidió dejar la violencia. Posteriormente, hubo otros procesos como en el año 1989 en Argelia, el proceso de 1998, principalmente capitaneado por los partidos soberanistas vascos, o el proceso de 2006, cuando se establecieron negociaciones entre ETA y el Gobierno español. Justamente, este último generó una gran esperanza en la sociedad vasca, que pensaba que en esta ocasión finalmente se conseguiría la paz. Fracasó y eso generó una gran frustración.
L.E.C.: ¿Cuáles fueron los orígenes de una acción desde la sociedad vasca para superar el conflicto del que participaba ETA?
P.R.G.: Confluyen dos movimientos diferentes. A principios de los años 80, pequeñas organizaciones sociales comenzaron a organizar movilizaciones para denunciar cualquier tipo de violencia. Fue el germen de una entidad llamada Gesto por la Paz, que consiguió una importante movilización por la paz y los derechos humanos. Posteriormente, también surge Elkarri, una organización por el diálogo y los derechos humanos, que demostró que había una alternativa a la violencia. Gracias a estas dos organizaciones, la mayoría de la sociedad vasca apostó claramente por la paz y el diálogo, sembrando el terreno para que posteriormente esta se pudiera conseguir.
L.E.C.: Tú has sido director de Lokarri, ¿cuáles son los principios de su acción y su trayectoria? ¿cuáles son los aprendizajes que deja esta acción ciudadana por la superación de este conflicto?
P.R.G.: Lokarri nace como una entidad para promover el acuerdo y la reconciliación, y que tenía una vocación de actuar incorporando la pluralidad de visiones y opiniones presentes en el espacio socio político vasco. Ahora bien, en 2009 comenzó a trabajar con mediadores internacionales involucrados en el proceso de paz vasco y, por tanto, hizo labores de mediación y de coordinación de las actividades de las distintas entidades y grupos internacionales que estaban intentando abrir nuevas vías de diálogo.
Los aprendizajes, fruto de esta experiencia, han sido muy diversos. Lo resumiría en dos ideas centrales. En primer lugar, es fundamental un esfuerzo por conseguir que todos los sectores socio políticos se sientan incluidos y protagonistas del proceso de construcción de paz. El sentimiento de ser excluido es, en muchas ocasiones, la semilla para que el proceso fracase. En segundo lugar, el proceso vasco de paz ha sido muy innovador: no ha habido negociaciones oficiales y ello ha obligado a que la sociedad civil vasca, sus partidos y sus instituciones, hayan debido adoptar un papel protagonista para impulsar las soluciones, convirtiéndose en un interlocutor válido.
L.E.C.: ¿Cómo fue la última década del conflicto en que persistió ETA?
P.R.G.: En la primera década de este siglo, ETA fue debilitándose más y más como consecuencia de la cooperación internacional contra el terrorismo, las acciones policiales y el sostenido rechazo a la violencia por parte de la sociedad vasca. En 2006 se abre un proceso de diálogo, entre el Gobierno español y ETA, con la participación de los partidos políticos vascos. Este proceso fracasa y, en gran medida, cae sobre ETA la responsabilidad de no haber conseguido un acuerdo. En ese momento, el sector socio político más cercano a las tesis de ETA, la izquierda independentista, inició un proceso de reflexión interna, llegando a la conclusión de que la violencia no era el camino para conseguir sus objetivos políticos y que, por tanto, necesitaban desarrollar una nueva estrategia basada exclusivamente en las vías pacíficas y democráticas
L.E.C.: ¿Qué explica que ETA haya tomado la decisión de poner fin a su acción armada?
P.R.G.: Destacaría tres grandes factores. Por un lado, la debilidad de ETA en el plan operativo. No estaban consiguiendo nada con la violencia. Por otro lado, el rechazo mayoritario de la sociedad vasca a la violencia (no se puede utilizar la violencia para defender a un pueblo en contra de la opinión de dicho pueblo). Y, finalmente, el cambio estratégico operado en la izquierda independentista. Así, llega un momento en el que la violencia no cuenta con ningún apoyo y su final se vuelve inevitable. Otro tema es que hubo que trabajar mucho, con diálogos secretos y discretos con los principales actores, para lograr el efectivo final de la violencia de ETA. Lokarri, la organización que por entonces dirigía, junto a entidades y mediadores internacionales, organizamos una conferencia internacional que pidió a ETA el final de la violencia, y al Gobierno el inicio de un proceso de conversaciones. Lo primero se logró 3 días después, pero el Gobierno se negó al diálogo y, por ello, tuvimos que reforzar el papel de la sociedad civil vasca para que fuera un sujeto activo en un proceso de diálogo y consenso.
L.E.C.: ¿Qué resaltas de estos diez años? ¿cuáles son los procesos vividos que deben ser resaltados?
P.R.G.: Destacaría varios elementos. Se han aprobado leyes de protección y reconocimiento de víctimas del terrorismo y de abusos policiales. También se ha logrado el desarme de ETA, que entregó las armas a representantes de la sociedad civil vasca, en un proceso que no tiene similitud alguna a nivel internacional. En 2018 ETA, además, anunció su disolución. Y entre tanto ha habido diversos procesos para mejorar la convivencia y promover la reconciliación. El proceso es sostenible y todo hace indicar que no hay vuelta atrás.
L.E.C.: ¿Cuáles son los déficits de esta década y cuáles tareas siguen pendientes?
P.R.G.: Uno de los déficits reside en que todavía no se ha garantizado, de manera completa, el derecho de todas las víctimas al reconocimiento, la reparación y la verdad. También tenemos pendiente la reintegración social de las personas que aún permanecen en prisión condenadas por su actividad en ETA. Y, finalmente, tenemos pendiente todo lo relativo a la memoria. No hemos llegado a un acuerdo sobre cómo construir un escenario para entender el pasado o, por lo menos, cómo facilitar un diálogo entre los diferentes relatos para ir, poco a poco, acercando posturas y llegar a una serie de conclusiones que nos permitan construir la convivencia del futuro.
L.E.C.: ¿Qué mensaje le darías a la sociedad colombiana que sigue trabajando por la paz?
P.R.G.: Mejor que uno, dos mensajes. Ninguna sociedad está condenada a vivir con violencia, ni el País Vasco ni Colombia. La violencia no es inevitable. Hay alternativas más democráticas y respetuosas con la dignidad humana. Y también añadiría que no hay ningún conflicto que sea irresoluble. En todos los casos, incluso aunque no veamos ningún motivo para la esperanza, hay oportunidades para transformar el conflicto y encaminarlo hacia escenarios constructivos. Por ello, los animo a mantener la esperanza y a convertirse en “insistencialistas”, es decir, en personas que, pese a todas las dificultades, están dispuestas a seguir insistiendo e insistiendo para abrir camino a la paz.
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