Por: Laura Cano
Periodista Pares
Hace cinco años, un jueves de 2016, siendo cerca de las 11 de la mañana, en el Teatro Colón de Bogotá, las delegaciones de paz del Gobierno de Juan Manuel Santos y de la exguerrilla FARC- EP se disponían a firmar el documento que significaba, y significa, una esperanza de cambio en Colombia, una esperanza de un país en paz.
Los escenarios desde el principio no eran los mejores. El documento que ese día se firmaría venía de ser modificado. Dicho trámite tardó 40 días y fue el resultado de nuevos diálogos luego de la victoria del “No”, en el plebiscito del 2 de octubre de 2016, cuando se refrendó la primera versión del acuerdo.
Aquel 24 de noviembre, tanto en el Teatro Colón como en muchos hogares, se esperaba con anhelo esa firma final. Incluso muchas personas decidieron reunirse a ver la transmisión que por televisión se estaba realizando. Ese fue el caso de la Plaza de Bolívar, lugar emblemático ubicado a pocos metros del recinto en el que se encontraban las delegaciones, en donde jóvenes, personas adultas, niñas y niños se congregaron con un sueño de paz.
Pero no solamente en la ciudad se sentía esa esperanza. En las zonas rurales, las más afectadas por el conflicto armado, también se esperaba dicha firma; una salida dialogada con las FARC-EP significaba la posibilidad de mejores condiciones de seguridad y economía para el campo, restitución de tierras, presencia del Estado, y ,con esto, una oportunidad para mejorar su calidad de vida.
Justamente, entre esa ruralidad se encuentran algunas organizaciones que desde hace años exigen paz en sus territorios. Lo anterior, como respuesta a un conflicto de décadas y, que incluso con la salida de la antigua guerrilla, se mantiene en muchas zonas del país.
Una de esas organizaciones que hace cinco años veía muchas posibilidades de cambio, especialmente en el Cauca, es la Ruta Pacíficas de Mujeres regional Cauca. Desde 1996 le han apostado a acciones de paz en este departamento, una zona en la que entre 1985 y 2015, se registraron 418.124 víctimas, correspondientes al 5,2% del total de víctimas nacionales.
¿Qué es la Ruta Pacífica de las Mujeres?
Esta organización, que nace como movimiento feminista, ha promovido un accionar nacional por la tramitación negociada del conflicto armado en Colombia, y por hacer visible el impacto de la guerra en la vida y cuerpo de las mujeres. Es importante priorizar este enfoque; a pesar que de que la violencia ha afectado a millones de personas en el país, en las mujeres las afectaciones han sido diferentes, pues su corporalidad, sexualidad, e incluso identidad de género, ha sido la herramienta para perpetuar violencias.
Sobre esto vale la pena señalar que según el Registro Único de Víctimas, “las mujeres representan el 49.73% de las 8.347.566 víctimas, es decir, 4.151.416. Según las estadísticas, entre los hechos victimizantes contra las mujeres 3’780.677 de ellas fueron víctimas de desplazamiento; 458.781, víctimas de feminicidios; 191.784, de amenazas; 77.100, de desaparición forzada; 47.627, de pérdida de bienes muebles o inmuebles; 40.231 son víctimas de actos terroristas, atentados, combates y hostigamientos; y, 17.350 víctimas por violencia sexual”.
En ese sentido, todo este panorama de violencia, que afectaba tanto a mujeres rurales como urbanas, llevó a la constitución de esta organización, como una respuesta a la grave situación de derechos humanos.
Actualmente, la Ruta, como se informa en su página, está conformada por mujeres representantes de 300 organizaciones, quienes trabajan por el bienestar y a favor de los derechos de cerca de 10.000 mujeres ubicadas en más de 142 municipios de 18 departamentos de Colombia: Antioquia, Atlántico, Bogotá, Bolívar, Caldas, Caquetá, Cauca, Guajira, Chocó, Huila, Magdalena, Nariño, Norte de Santander, Putumayo, Quindío, Risaralda, Santander y Valle del Cauca.
Las Mujeres Ruta son campesinas, indígenas, afrodescendientes, raizales, jóvenes, mayoras, estudiantes, profesionales, víctimas, rurales, urbanas de barrios populares, productoras, sindicalistas, pertenecientes a organizaciones feministas, ONG feministas, redes de mujeres por los derechos sexuales y reproductivos, organizaciones ecológicas de mujeres, organizaciones de mujeres diversas y organizaciones de artistas.
Por su parte, en el Cauca, departamento particularmente afectado, están las siguientes organizaciones: Consejo consultivo de mujeres de Corinto Cauca, UOAFROC, Red de Mujeres de Caldono, Mujeres Víctimas de la Balsa, Proceso de Mujeres ACIN, Asociación de Mujeres Astromelias, Asociación Mujeres Constructoras de Paz, Mujeres Tamboreras Popayán, Proceso de Mujeres del Resguardo de Piagua, Proceso de Mujeres Kitek Kiwe y Proceso de Mujeres Maciceñas.
Es importante señalar que en este departamento, en el 2019, tres años después de la firma del Acuerdo de Paz, fue asesinada Cristina Bautista, una de las lideresas indígenas más reconocidas en el Cauca y en la comunidad Indígena Nasa. El caso de Cristina no es aislado, por el contrario, representa uno de los fenómenos más preocupantes que se viene presentando en el marco de la implementación de los acuerdos. De hecho, de los 699 asesinatos contra líderes y lideresas sociales, que se registran en el Sistema de Información de la Fundación Paz & Reconciliación, SIPARES, entre el 24 de noviembre de 2016 a la fecha, 152 han ocurrido en el Cauca.
Es por ello que desde Pares quisimos conocer cómo ha sido la experiencia de la Ruta Pacífica de Mujeres, regional Cauca, durante la implementación del Acuerdo en estos cinco años. Pues, reconocemos su agencia de paz en un departamento donde se ha agudizado el conflicto, aún después de la salida de las FARC-EP, por la presencia de cerca de siete grupos armados ilegales: GAOr Frente Carlos Patiño; GAOr Columna Móvil Jaime Martinez; GAOr Columna Móvil Dagoberto Ramos; GAOr Frente Rafael Aguilera; Frente Manuel Vásquez Castaño del Ejército de Liberación Nacional; Frente José Maria Becerra del Ejército de Liberación Nacional; y la Compañia Milton Hernández Ortiz del Ejército de Liberación Nacional, (información brindada por la Fiscalía a través de un derecho de petición enviado por la Línea de Investiga Conflicto, Paz y Posconflicto de la Fundación).
Por eso hablamos con Valeria Mosquera, integrante de la Ruta Pacífica de las Mujeres, regional Cauca.
Pares: ¿Para ustedes, antes de la firma del Acuerdo, qué significaba este hecho dentro de la Ruta?
Valeria Mosquera: Para nosotras era, y sigue siendo, una oportunidad histórica. Cuando apenas se anunció la mesa de negociación en la que se abriría la palabra para salir de las conflictividades, que siempre se han abordado a través de las armas, para nosotras fue una sorpresa muy positiva. Pero, al mismo tiempo, sabíamos que era un logro que se transformaría en reto, y es que justamente la Ruta había nacido en un contexto en el que se estaba realizando una negociación política para el conflicto, diciendo que la guerra y los militarismos no son la salida, argumentando que había que avanzar en términos de democracia, afianzando la capacidad de diálogo político.
Así las cosas, la posibilidad de iniciar los diálogos para nosotras fue una fiesta, una fiesta que de manera muy rápida se volvió en un compromiso, pues como organización sabíamos que teníamos que tener una ruta metodológica clara para que se garantizara que en las negociaciones se incluyeran las voces de las mujeres.
Me acuerdo mucho que una de las compañeras, por ese tiempo, nos repetía mucho que si no entrábamos a hacer parte del pacto, íbamos a ser las pactadas. Y por eso para ese momento nos planteamos cómo nos íbamos a parar frente a esa coyuntura, y no solo como organización, sino como mujeres en general.
Pares: ¿Cómo vivieron cómo organización la firma del Acuerdo ese 24 de noviembre de 2016?
V.M: Fue una mezcla de mucha satisfacción y alegría, asumiendo la tarea que se nos venía encima, tarea que debíamos resolver con la altura del hecho histórico, en términos de acciones, de propuestas, de análisis crítico.
Además, veníamos de pasar el 02 de octubre, un día que fue terriblemente doloroso, pues a nivel territorial las que asumieron el compromiso de generar nuevamente condiciones de esperanza y de confianza fueron las mujeres, quienes salimos a decir que había que volver a creer. Teníamos encima la responsabilidad de salir a las veredas, de decilr a la gente que había que apostarle a la solución diferente a la violencia.
Entonces, por la pérdida del plebiscito, las mujeres tuvimos un desgaste emocional, que no ha sido muy reconocido, pues ha resaltado el valor político de ese momento, pero claramente hubo algo que se quebró. Yo recuerdo esos días, y en general hubo muchísimo llanto, mucha tristeza que se sentía en el territorio. El 24 de noviembre se renovó la esperanza, y se volvieron a retomar acciones organizativas para garantizar que, por lo menos desde las comunidades, el objetivo fuera la paz.
Pares: Como Ruta Pacífica de las Mujeres, ¿cómo ven lo que ha sucedido con el Acuerdo de Paz?
V.M: Lo primero es decir que esperábamos una presencia institucional más fuerte. Lo que nos hemos dado cuenta en este tiempo es que la salida de las FARC- EP no se llenó con presencia del Estado, y eso se ve en muchos vacíos, que hay en el Cauca, que llegaron a ser ocupados por grupos armados ilegales. Los cuales, durante este tiempo han cambiado de nombre, de formas de ejercer control territorial, de alianzas, etc. y esto ha generado muchos riesgos para la población civil y para las mujeres, bajo las dinámicas diferenciales que ha traído la guerra para nosotras.
En el Cauca, en estos 5 años se han instalado lógicas del narcotráfico muy marcadas, hay una cultura narco muy fuerte, esto sumado a la presencia de grupos armados con sus dinámicas particulares. Estas situaciones tienen hoy unas consecuencias de violencia, por ejemplo, los índices de desplazamiento son muy altos, sobre todo en zonas como Argelia. Hay también centenares de menores reclutados, sin que nadie se dé cuenta de eso.
Y hay que señalar que se agrava si la situación se ve en cuanto a las gestiones del Gobierno. Por ejemplo, con los temas que tienen que ver con la implementación del Acuerdo y las mujeres; hay, en el Cauca, menos de 300 mujeres que han recibido formación en cuanto a restitución de tierras, y así hay muchos indicadores que nos preocupan. Sumado a una situación de riesgo de lideresas que persiste, por ejemplo nosotras tenemos, más o menos, 5 mujeres con amenazas directas.
Estas situaciones de alguna forma han ampliado esos retos que como organización tenemos. Y, como mujeres, hay que decir que tenemos otras cargas que no son reconocidas, como el trabajo del cuidado, sumado a una carga de liderazgo, que por supuesto asumimos, pero que además aumentan los riesgos en la zona en la que vivimos.
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