
Las cifras hablan por sí solas. En la tercera semana del 2025 el monstruo del ELN ha dejado en el Catatumbo 30 muertos y más de 70 familias desplazadas. Desde el pasado 16 de enero se vienen presentando enfrentamientos entre este grupo armado y las disidencias, el antiguo EMC comandando en esa zona del país por Andrey Avendaño. Entre los asesinados están cinco firmantes de paz que pertenecieron a la extinta guerrilla de las FARC. Según la información oficial miembros del ELN se acercaron, lista en mano, a las casas donde vivían las siguientes personas: Pedro Rodríguez Mejía quien vivía en el muncipio de El Tarra, John Carlos Carvajalino, quien tenía su lugar de residencia en Convención, Yurgen Martínez y Albeiro Diaz, residentes en Teorama, y luego que las sacaran de los lugares donde vivían los asesinaron a mansalva, recordando métodos que alguna vez usaron en el Catatumbo los paramilitares.
Pero la violencia en el Catatumbo fue el detonante que obligó al presidente a dar marcha atrás a una de las banderas con las que se posesionó en agosto del 2022, la paz con el ELN. A días de reiniciarse los diálogos en Caracas y a pesar del esfuerzo de los delegados por el gobierno en esa mesa de negociación, Vera Grabe e Iván Cepeda, el presidente ha sido concluyente y enfático desde su cuenta de X: “Lo que ha cometido el ELN en el Catatumbo son crímenes de guerra. Se suspende el proceso de diálogo con este grupo, el ELN no tiene voluntad de paz”.
Lejos de la autocrítica el ELN ha dejado correr panfletos en las últimas horas con un tono que se puede catalogar, como mínimo, de tenebrosos: “Seguirá corriendo sangre en el Catatumbo”. Así lo firmaron. Los leños de la guerra vuelven a encenderse en el territorio.