En Arauca anochece más temprano que en el resto del país. Venezuela está a unos pocos metros. Si se pasa el puente internacional José Antonio Páez, se llega a El Amparo, municipio del estado Apure. No se necesita carro, se puede hacer caminando. La luna, roja y redonda como un botón en llamas, se refleja sobre el río Arauca. En el malecón una pareja se toma una cerveza mientras ven hipnotizados el cielo. Si saliéramos de la ciudad, si fuéramos a la sabana veríamos una noche llena de puntos blancos. Pero salir es difícil. Entrar también. Arauca es una isla mental y física, Arauca es la prueba de que en países donde la corrupción impera, no hay peor maldición que la riqueza.
En 1983 se descubrió el pozo Caño Limón-Coveñas, y Colombia inmediatamente pasó de ser un país importador de petróleo a uno exportador. Desde su descubrimiento, este pozo le ha aportado a Colombia 1.500 millones de barriles y más del 50 % de sus exportaciones. A Arauca solo le han quedado las sobras.
Si bien ha existido corrupción en los gobiernos locales, las predisposiciones desde Bogotá han sido determinantes para que Arauca quede aislada. Los problemas de vías se traducen en la tragedia constante que se vive desde hace décadas con la carretera libertadora. Ciento noventa kilómetros separan a Arauca con Pamplona, con una carretera normal se haría esta ruta en tres horas y media, sin embargo, se ralentiza hasta las trece horas en temporada invernal. La buena voluntad del gobierno Petro no ha sido suficiente para dar soluciones inmediatas y perdurables a este aislamiento. Esto se podría solucionar construyendo túneles y viaductos, pero las obras se ven aún lejanas. Salvar la ruta libertadora, podría convertir un viaje por tierra a Bogotá en 12 horas.
El aeropuerto de la capital está en permanente construcción. La opción que queda es Tame, que está a tres horas de Arauca. En la semana en la que fue escrito este artículo, cinco soldados que iban de civil en esa vía en una Copetrán, fueron detenidos y se los llevaron. Aún el ELN no confirma que los tiene.
El haber roto el acuerdo de cese al fuego, en agosto de 2024, es algo que ha roto la fe de los araucanos. Pero esto no quiere decir que esta gente festiva, buena, enérgica, se entregue. Están con su espíritu rebelde ante las adversidades de la vida desde hace siglos. Y así seguirán. Saben que, según cálculos de expertos, el petróleo sólo estará acompañándolos hasta el 2035 y que una de las opciones que tienen para sobrellevar cualquier crisis son sus alimentos y sus paraísos turísticos. Uno de ello es el Santuario del Manakin, ubicado en el alto Purare en Tame. Es un destino único para los amantes del avistamiento de aves. A pesar de la baja infraestructura hotelera y los peligros que vive la región, su encanto es tan irresistible que son constantes los turistas de todas partes del mundo que quieren ver las aves de la región. Además, hay posibilidades para los que les gusta el senderismo.
Los termales en Tame son un pedazo del edén. Pocos colombianos lo han podido disfrutar por los problemas de conflicto. Si tan solo el Estado alcanzara para arroparlos a todos, Arauca podría tener una oportunidad. Si se busca paz total esto empieza dándole un chance a Arauca. El turismo es una opción, pero también la implementación de la nueva tecnología ante la inminencia de la desaparición de los recursos. Al cacao araucano, mundialmente premiado, a la tradición del plátano, se suma también el café, un cultivo que, además, es amigable para el medio ambiente. Todo esto se soluciona con vías. Sin vías, Arauca seguirá siendo un istmo.
Y ahí perdemos todos, los araucanos por estar aislados y nosotros por tener Arauca tan lejos. Y tener lejos a Arauca es no poder conocer los colores de la luna, sus cicatrices, los secretos de las estrellas. Con el final del gobierno Petro y sus buenas intenciones, pareciera que se pierde una oportunidad. La esperanza necesita estar viva.