
La semana pasada, en el Hotel Intercontinental de Cúcuta, se llevó a cabo una cumbre binacional con empresarios de ambos países. La idea, encabezada y respaldada por el exministro de Comercio Germán Umaña, despertó críticas en algunos sectores de la ciudad. La cumbre comercial contenía un subtexto muy fácil de leer: consolidar la zona binacional.
En el papel, la creación de esta zona significa esto: Una “zona binacional” es un área fronteriza entre dos países que se designa para coordinar esfuerzos y compartir recursos, especialmente en temas de desarrollo económico, social y de seguridad, para el beneficio mutuo de ambas naciones. En el contexto de Colombia y Venezuela, una propuesta reciente de zona binacional busca recuperar el control de áreas fronterizas afectadas por grupos armados ilegales, promoviendo proyectos de infraestructura, salud y educación compartida, aunque la propuesta ha generado debate sobre la soberanía y la transparencia. Sin embargo, hay funcionarios gubernamentales que creen que esta zona solo está hecha “para guardarle la retaguardia a los chavistas una vez Trump invada”.
Porque en Cúcuta, uno de los personajes que está más al alza es el presidente norteamericano. Cuando, el martes 2 de septiembre, misiles norteamericanos hundieron una balsa con 11 personas en aguas venezolanas, en Cúcuta hubo personas que se pusieron muy contentas. Para ellas, significaría el final de una crisis que lleva casi una década y que ha quebrado empresas, partidos, vidas y ha cambiado para siempre la imagen de la ciudad. La densidad, en algunas de sus partes es sofocante y, además, están los eternos problemas de la ciudad. Uno de ellos es la inseguridad. En barrios como Altos del Tunal, cerca de la cárcel Modelo, a finales de agosto se encontraron cuatro cuerpos tendidos en el piso. Habían sido mandados a asesinar por los AK 47, una filial del Tren de Aragua, que, en la ciudad, le disputa calle por calle, en barrios como este al ELN. El 5 de septiembre, el alcalde Jorge Acevedo llegó con una comitiva, junto al comandante de la policía, para explicarle a la comunidad que todo iba a mejorar.
Si bien existen organizaciones sociales, como Progresar, que creen que podría ser muy improbable que se provoque una invasión, y la misma ONU que está presente en la ciudad prefieren guardar cautela y no apuntarle a la futurología. Pero hay hechos que diferencian la situación de otras. Si bien, en 2008 hubo movilización de tropas en ambas fronteras, después de la crisis que provocó el bombardeo al campamento de Raúl Reyes, Estados Unidos, en ese momento, no estaba moviendo buques en costas venezolanas. Un comerciante que tiene un negocio en La Parada, uno de los barrios más peligrosos del país, tiene tanta confianza en Trump que afirma que “no puede quedarnos mal a los suramericanos”. La presencia en el gobierno de personajes como Marco Rubio, pertenecientes a la diáspora cubana, alientan la determinación que supuestamente tendría el gobierno norteamericano de atacar la cúpula del chavismo. Para este comerciante, el costo humanitario que podría tener la invasión, solo es un daño colateral que no se compara con lo bien “que le vendría a Cúcuta que saquen a Maduro”.
El tono de Trump, con el paso de los días, parece endurecerse. El viernes, el presidente venezolano advirtió que todo avión venezolano que sobrevuele las fuerzas norteamericanas que están en aguas venezolanas, según ellos, combatiendo los barcos de la droga, será derribado.Según CNN, los dados ya estarían tirados: “El presidente Donald Trump está considerando diversas opciones para llevar a
cabo ataques militares contra carteles de droga que operan en Venezuela, incluyendo la posibilidad de atacar objetivos dentro del país como parte de una estrategia más amplia destinada a debilitar al líder Nicolás Maduro, según múltiples fuentes informadas sobre los planes del Gobierno”.
Desde la fundación Pares, se han advertido los riesgos que traería una invasión norteamericana a suelo venezolano y las terribles consecuencias que arrastrarían para Cúcuta. La historia así lo ha demostrado.