Este 28 de junio Miguel Ángel Beltrán tuvo que vivir otra pesadilla en su ya largo historial de infortunios. Mientras intentaba entrar a Serbia, a donde participaría junto a la profesora Natalia Caruso del 58 Congreso Internacional de Americanistas, fue retenido en el aeropuerto de Belgrado. El docente viajaba junto a sus dos hijos menores de edad. Las razones que dio el gobierno serbio para la no entrada de Beltrán es que no lo consideraban “apto” para ingresar al país. Durante 12 horas, el profesor, su pareja y los dos niños tuvieron que soportar las inclemencias de estar detenidos en un cuarto con las dimensiones de una celda.
El profesor Beltrán ha sufrido una serie de injusticias que se han traducido en detenciones, acusaciones de haber sido parte de una guerrilla. Es el símbolo de la estigmatización que vive tanto profesor de izquierda. El presidente Petro expresó su rechazo a través de su cuenta de X:
“Lo que le ha sucedido al profesor Beltrán en Belgrado, tiene todo mi rechazo. El gobierno serbio debe explicarle a Colombia por qué detiene a nuestros intelectuales. Pero, peor aún, la detención del profesor Beltrán demuestra la existencia de listas en las aduanas internacionales, perfiladas por el pensamiento político. Esas listas negras de colombianos perfilados por su pensamiento político solo pudieron salir de un gobierno colombiano, y es una clara violación de derechos humanos, que se debe investigar y debe terminar”.
El profesor y su familia fueron devueltos a Lisboa, Portugal, mientras la Cancillería intenta resolver este atropello. A continuación, contaremos la serie de torturas e injusticias que ha padecido Beltrán:
Para Miguel Ángel Beltrán, la pesadilla comenzó el 22 de mayo de 2009. Él había llegado nueve meses atrás al DF y ni siquiera el privilegio de ser becado por la Universidad Autónoma de México para que realizara allí su posdoctorado logró aplacar las ganas que tenía de volver a ver a su familia. Por eso, estaba armando viaje para Bogotá, pensaba quedarse todo el mes de junio y descansar con su gente.
Dos hechos lo obligaron a aplazar sus vacaciones colombianas: uno fue la contingencia sanitaria que vivía México por culpa de la Influenza A, el otro, y el que a la larga era el que más le preocupaba, eran las llamadas que desde hacía una semana recibía desde el Instituto Nacional de Migración. Para estar en el país de una manera definitiva, necesitaba que le dieran su Visa FM-3. En este momento, la visa provisional que tenía, y que le había permitido estudiar allí, había expirado hacía 15 días.
Así que fue al INM con su esposa y con su amigo, el abogado Jorge Becerril, “por si llegara a surgir algún inconveniente”. En la entrada pregunta por el subdirector de inmigraciones, con el que tenía una cita. A él lo dejan pasar solo. Su esposa y su amigo lo esperan afuera. Pasan las horas y Miguel Ángel no sale del lugar. Después de escuchar desde adentro de las instalaciones un grito desgarrador, se asustan. Becerril le pregunta a un funcionario de Inmigraciones qué es lo que está sucediendo adentro. “No es nada —Dice el hombre con desprecio— es tan solo otro guatemalteco que se ha vuelto loco”. Llega el atardecer y Miguel Ángel no sale. La esposa ya con el corazón en la mano le pregunta al funcionario por la razón de la demora de su marido. El hombre les responde, imperturbable y sonriente, que se les ha olvidado decirles algo: a Beltrán lo habían trasladado a otro sitio porque estaba en condiciones de ilegalidad migratoria. Le dicen que no se preocupe, que es solo rutina, que él esa noche va a dormir a la casa.
La mujer llega al apartamento, prepara un café. Sobre el escritorio están las anotaciones que el sociólogo está haciendo para su tesis sobre la sucesión de Lázaro Cárdenas en 1934. La mujer enciende el televisor y se pone a ver las noticias y allí, en ese momento, vio algo increíble: En la televisión estaba su marido, descendiendo de un avión militar en Catam y siendo señalado como Jaime Cienfuegos, Miembro de la comisión internacional de las Farc.
Mientras ella y Jorge esperaban afuera, adentro se le había preparado una emboscada al profesor universitario. Le hicieron firmar un documento y luego lo agarraron a la fuerza entre dos hombres, lo inmovilizaron y lo sacaron por la puerta trasera en donde una Van dorada con vidrios polarizados lo estaba esperando. A pesar de sus gritos nadie hizo nada.
Álvaro Uribe no dudó en felicitar a Felipe Calderón, su homólogo mexicano, por haber ayudado a atrapar al que era según sus palabras “El terrorista más peligroso de las Farc”; sin juicio previo, ya el presidente colombiano había condenado al sociólogo.
El entonces comandante de la policía, General Óscar Naranjo, dio también su parte de victoria: “Beltrán era muy cercano y asesoraba al abatido Raúl Reyes, y es uno de los siete jefes máximos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia”
Al otro día, cientos de activistas mexicanos se asentaron frente a las instalaciones del INM para protestar por lo que ellos consideraban un secuestro transfronterizo. La Unam en pleno también protestó, pero la orden no se pudo reversar.
Dos años duró preso Beltrán, sin que se le pudieran comprobar las endebles pruebas que la Fiscalía y la Procuraduría tenían sobre él. Lo acusaban de ser un “Instigador del terrorismo”.
Una foto con líderes de las Farc en México, mientras los entrevistaba para escribir una de sus innumerables investigaciones, y una memoria USB en donde guardaba la noticia de la muerte de Raúl Reyes en Ecuador, fueron los argumentos por las cuales la Procuraduría se refirió a este licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital en estos términos: “Él cumplió tareas políticas dentro de la organización, difundió con sus escritos el pensamiento revolucionario de las Farc, divulgó las ideas del grupo armado ilegal en foros internacionales; organizó eventos en la Universidad Nacional con sentido político, invitando a los estudiantes a que se unieran a las filas de las Farc y pretendió crear un centro de investigación de las Farc”.
Mientras estuvo encerrado, bajo estrictas medidas de seguridad, rodeado de guerrillos y paras, Miguel Ángel temió por su vida. Sistemáticamente le fueron vedados todos los recursos de amparo hasta que el 27 de julio de 2011, 25 meses después de su detención, el Juzgado Cuarto Penal del Circuito Especializado de Bogotá, lo absolvió y ordenó su libertad inmediata.
Una vez estuvo libre, Beltrán quiso recuperar su vida pero esto fue imposible: las amenazas y las sospechas cayeron sobre él. Desesperado no tuvo otro camino que el exilio. En enero de este año regresó y se reintegró a su trabajo como investigador y docente en el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional. El río parecía haber vuelto a su cauce cuando la Procuraduría, en su interminable Caza de Brujas, ordenó su destitución definitiva por los mismos hechos que la justicia penal lo había declarado inocente.
Al infame dosier, la Procuraduría le agregó una nueva prueba: las investigaciones en donde el sociólogo sostenía que el conflicto colombiano tenía su origen en la lucha campesina, lo mostraban como un claro instigador del terrorismo. El comité de Representantes Profesorales de la Universidad Nacional se refirió a esta acusación de la siguiente manera: “Aceptar la destitución del profesor Beltrán por investigar el conflicto armado en Colombia, sería negar la posibilidad del trabajo intelectual y académico universitario. Sería poner sub judice todo el trabajo sobre la historia del conflicto social, cultural y armado en Colombia, que han realizado durante decenios investigadores y académicos de la Universidad Nacional y de muchas otras universidades de Colombia y del mundo. Sería destituir a numerosos profesores y profesoras que trabajamos sobre los conflictos sociales y sus efectos en la vida personal y colectiva y lo hacemos desde diversos ámbitos del pensamiento, la investigación y la creación artística. Sería destituir a la Universidad misma. El trabajo académico del profesor Beltrán sobre el conflicto colombiano hace parte del debate académico sobre la paz en que la Universidad Nacional participa activa y propositivamente al organizar con Naciones Unidas los foros ciudadanos que alimentan las conversaciones de paz de La Habana”.
En su momento, el entonces rector de la Nacional, Ignacio Mantilla, decidió destituir a Beltrán, quien padeció un despido injustificado y durante meses mordió el polvo del desempleo. En 2018 pudo aclarar su inocencia y demostró que todo fue una persecución por sus ideas políticas. Ahora Beltrán revive los fantasmas del pasado, diez años después de que se diera su injusto despido de la Nacional. Esperemos que, una vez más, se vuelva a hacer justicia en su caso.