
Doce horas duró la guerra comercial entre Colombia y Estados Unidos. Sobre las tres de la mañana del domingo 26 de enero el presidente Petro escribió una serie de trinos en donde rechazaba la llegada de dos aviones de deportados colombianos desde los Estados Unidos. A Petro le pareció poco digno la forma en la que los connacionales venían devueltos, esposados y en condiciones precarias. Después de devolver los aviones, que ya volaban hacia Bogotá, el presidente fue tan duro que el departamento de Estado, en cabeza de Marco Rubio y el mismo Donald Trump anunciaron la cancelación de visas para funcionarios del gobierno y simpatizantes. Lo más grave es la imposición de aranceles de hasta el 50% a los productos colombianos. El 29% de los productos que Colombia envía al mundo -unos 13 mil millones de dólares- llegan a los Estados Unidos, lo que sería nefasto para industrias referidas al café y las flores. Además tendría coletazos en la inflación y en la subida del dólar.
En las horas que pasaron Colombia vivió la peor crisis diplomática con los Estados Unidos desde la separación de Panamá en 1903. De ahora en adelante se necesita ir con pies de seda en cada paso y decisión que se tome con ese país. La posición de Trump parece una sola: América será para los americanos.