Las denuncias contra el ejército que terminaron costándole la vida a Eduardo Umaña Mendoza

Es muy difícil hablar de los derechos humanos, de la historia y análisis del conflicto, de la política colombiana desde el periodo de la Violencia hasta nuestros días sin nombrar un apellido: Umaña. El primero que brilló en la academia fue Eduardo Umaña Luna. Lo conocí en 1999 cuando dio una charla en la Universidad Industrial de Santander. En Bogotá era fácil tenerlo, pero, para nosotros en Bucaramanga, era como si una estrella bajara hasta el suelo. Era largo, gafas gruesas y tenía un bastón. No recuerdo quienes eran los opositores. Lo que sí recuerdo es que entró un encapuchado a la tarima y le dio el papel de un activista palestino detenido por las fuerzas israelitas. Umaña Luna le dio dos golpes a la madera de la tarima con su bastón y el inmenso auditorio Luis A. Calvo, que estaba a reventar, se quedó en silencio. En ese momento, no se habían efectuado aún las masacres de los paras en El Salado, La Gabarra y Tibú, pero ya estaban azotando regiones como Urabá y el nordeste antioqueño. Con una claridad absoluta, nos explicó por qué la universidad debería estar más pendiente de lo que pasaba en el Catatumbo y los Montes de María que de lo que sucedía en Palestina. No era la primera vez que Umaña Luna se adelantaba a su tiempo.

En 1962, después de fundar junto a Fals Borda y su primo, Camilo Torres, la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, escribió, junto con el obispo Germán Guzmán, el primer estudio académico sobre la Violencia en Colombia, un clásico de la historia y un manual para entender los orígenes de nuestra guerra eterna. En ese momento, Umaña Luna acababa de recibir el peor golpe que puede recibir un hombre: su hijo Eduardo había sido asesinado.

Fue en enero de 1998. Unos meses atrás había denunciado a la Brigada XX del ejército colombiano porque había encontrado las pruebas suficientes para determinar que existía un plan para matarlo. Umaña Mendoza fue de los primeros en advertir que la retoma del Palacio de Justicia fue lo que ocasionó el fuego que terminaría matando a los 11 integrantes de la Corte Suprema de Justicia y que este era un crimen de Estado. Umaña Mendoza se fue ganando enemigos dentro de la tropa. Señaló e hizo encarcelar al coronel Plazas Vega, quien consiguió salir de la cárcel décadas después y convertirse en un furibundo uribista. Por eso, las fuerzas de extrema derecha se posaron sobre su hombro.

Cuando conocí a Eduardo Umaña Luna tenía 78 años. No habló del tema de su hijo asesinado. Después de traernos las noticias de que los paras se estaban aliando para, con la excusa de combatir a la guerrilla, quedarse con miles de hectáreas de campesinos, se enfocó en uno de los temas que más lo apasionaban: la obra de Norbert Elías.

A la muerte de su hijo se tuvo que sumar la impunidad. Umaña Luna no alcanzó a ver- murió en 2008- que solo hasta 2016 existió un avance significativo en el caso, el crimen fue declarado de lesa humanidad. Es decir, no prescribirá jamás. Dos años después, el nieto de Umaña Luna, Camilo Umaña Hernández, afirmó desconsolado lo siguiente: “El proceso penal que se adelanta por la muerte de mi papá está en un momento parecido al que estaba hace veinte años: en investigación preliminar. Hasta ahora no han llegado a ningún responsable y no hay una reacción apropiada por parte de la justicia. Y lo peor es que las respuestas de la Fiscalía se parecen mucho a una burla”. Otra luz de esperanza se abrió para ellos en el año 2017 cuando, desde una cárcel en Estados Unidos, Diego Murillo, alias Don Berna, temible jefe del Bloque Cacique Nutibara de las AUC, habló sobre el crimen. Esto lo contó el propio Camilo Umaña al portal Hacemos memoria: “En esa declaración, Don Berna dijo que durante su accionar, las Autodefensas Unidas de Colombia cometieron muchos errores, entre esos el asesinato de mi papá, y que esa había sido una orden emitida por los hermanos Castaño. Sin embargo, a pesar de que nosotros insistimos en que se vinculara a Don Berna al proceso, la Fiscalía no hizo nada más al respecto”.

Eduardo Umaña Mendoza, como su papá, le entregó su vida a saber la verdad sobre la violencia, quién la generó, cuáles son las manos manchadas de sangre y a la Universidad Nacional. Su velorio fue en plena plaza Che, llena de estudiantes que lo lloraron con rabia, con indignación. A Umaña Mendoza le habían soltado la muerte desde 1992 cuando, en plena vía pública lo quisieron matar. Las amenazas eran tantas y tan intensas, que uno de sus amigos más cercanos, Federico Andreu, afirmó que días antes de que sucediera la tragedia, Umaña Mendoza dejó un documento redactado en donde daba una claridad absoluta sobre su posible asesinato. No le iban a perdonar no solo la tenacidad con la que intentó desenmascarar a los militares implicados en asesinatos, sino la creación del Comité de Solidaridad por los Presos Políticos que creó a principios de los noventa y que le hizo ganar el remoquete injusto de “subversivo” para la extrema derecha, esa combinación entre paramilitares, ejército y políticos corruptos.

Lo asesinaron en su casa en La Soledad. Dos sicarios de la banda La Terraza se hicieron pasar por periodistas y le dispararon. Veintisiete años después de estos hechos, una jueza en Medellín acaba de compulsar copias para vincular en una investigación de la Fiscalía a los hermanos Álvaro y Santiago Uribe Vélez por su asesinato. El expresidente se ha deshecho en insultos por esta nueva acusación. ¿Sabremos quién movió las fichas para matar al gran Eduardo Umaña Mendoza?

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Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.