Las 24 horas que terminaron sentenciando la precampaña de Daniel Quintero

—La movida que llevó a que Quintero saliera de la consulta (y el giro de trama)

Fuente: El Olfato

Cerca de la medianoche del miércoles 15 de octubre, Daniel Quintero subió en sus cuentas de redes sociales un vídeo donde denunciaba que la reciente decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de no permitir la inclusión del logo del Pacto Histórico en las consultas próximas a realizarse el 26 de octubre, era una trampa para impedir la participación en la consulta del Frente Amplio, en marzo de 2026, por lo que se retiraba de la contienda. Horas después, desde su misma cuenta, le pidió a la Registraduría no tener en cuenta los resultados que obtuviera, en caso dado de que fuera imposible reimprimir los tarjetones presidenciales.

Luego, subió otro mensaje, mucho más críptico y ambiguo, donde señaló que seguiría trabajando para “resetear la política”, agradecía a Iván Cepeda y a Carolina Corcho por sus mensajes de apoyo, y donde seguía denunciando que la “derecha mafiosa” quería impedir su participación, por lo que su potencial renuncia se encuentra actualmente en vilo. Además, subió un vídeo de la comunidad de Caucasia, Antioquia, donde se escucha a la población coreando su nombre a la presidencia.

Con estas movidas, queda claro que Quintero quiso dar un golpe, de nuevo, dentro de la consulta del Pacto Histórico, sin medir claramente las consecuencias que podía tener a nivel jurídico. No obstante, ¿cómo entender la salida de Quintero de la consulta del Pacto?

Lo primero que es necesario afirmar es que no es una salida mediada por la presión interna y la potencial derrota, como algunos medios lo han indicado en las últimas horas, siguiendo a fuentes internas dentro del Pacto. No lo es, en tanto Quintero estaba en un proceso de consolidación de estructuras políticas a nivel territorial en el país. De hecho, Quintero había logrado poner a Claudia Romero como candidata a la Cámara por Bogotá dentro de la consulta del Pacto, con incidencia del presidente. Romero es esposa de David Ballén, exconcejal del Partido de la U entre 2016 y 2019, quien mueve una estructura política con 14 mil votos, según datos de La Silla Vacía. Así mismo, según ese mismo medio, Quintero también estaba moviéndose para tener apoyos en el departamento del Atlántico, con la maquinaria del Clan Torres.

Además de ello, Quintero se ha aprovechado de algunos liderazgos territoriales que se han sentido excluidos por parte de las militancias de la izquierda tradicional, abriéndoles escenarios de participación y consolidación de campaña que posteriormente pueden capitalizarse hacia las elecciones territoriales de 2027. En este caso, figuras como el influenciador y exmilitar Alexander Chalá, como otras figuras de redes sociales y liderazgos regionales de Antioquia expresaron que la salida de Quintero fue forzada por una “camarilla” de líderes de izquierda que han buscado excluirlo del proceso electoral.

Tampoco es una salida que esté promovida por los argumentos jurídicos del Consejo Nacional Electoral, en parte, porque Quintero conocía de antemano los riesgos de lanzarse a una consulta, como el resto de los candidatos, sin la existencia firme de la personería política del Pacto, y se mantuvo firme en la consulta como salida, inscribiéndose el 26 de septiembre, recién el Tribunal Superior de Bogotá otorgó las medidas cautelares que suspendieron las medidas del CNE frente a la consulta.

Según algunas fuentes dentro del Pacto Histórico que hablaron con la Línea de Democracia y Gobernabilidad y que pidieron confidencialidad para poder hablar con libertad, la salida de Quintero se explicaría porque el precandidato no tendría los suficientes apoyos dentro del bloque progresista, en caso de haber ganado el 26 de octubre. A pesar de estar moviéndose electoralmente, estos votos no se traducirían en un apoyo pleno por parte del resto de la colectividad, lo que llevaría a la ruptura de los acuerdos de unidad establecidos en julio de 2025.

Es por ello por lo que se puede afirmar que Daniel Quintero renunció porque sabe que, ganando, no tiene la garantía de que el Pacto Histórico en pleno le apoye, por lo que prefirió proyectarse hacia las elecciones de marzo de 2026 y consolidar su estructura política.

El riesgo de esta medida, que se decantó en las últimas horas, es que Quintero quedaría inhabilitado para participar en cualquier otro proceso electoral en 2026, tanto en la consulta del Frente Amplio de marzo, como en la primera vuelta de mayo. Según Alejandra Barrios, directora de la MOE para Blu Radio, de acuerdo con el artículo 7 de la Ley 1475 de 2011, Quintero tendría que honrar los acuerdos suscritos con los partidos que le avalaron a la consulta de octubre, por lo que estaría inhabilitado de participar a través de firmas o con otro aval.

Aun no existe una renuncia formal de Daniel Quintero a su candidatura, aunque el Comité Político del Pacto Histórico publicó en la tarde del mismo miércoles un comunicado aceptando las declaraciones del precandidato y señalando que la consulta del 26 de octubre seguiría en pie con las precandidaturas de Carolina Corcho e Iván Cepeda.

—La renuncia como mecanismo de presión

Fuente: Presidencia de la República de Colombia

En un segundo plano, también se puede interpretar la renuncia de Daniel Quintero como el intento por buscar un mecanismo de presión para que el presidente Gustavo Petro discipline tanto al Comité Político, como a las mismas bases del progresismo que no acompañarían su candidatura. Esto, en tanto la candidatura de Quintero, como la llegada de figuras como Claudia Romero a las primarias al Congreso, han sido posibles por la intercesión del presidente dentro del Comité Político.

Dos hechos marcan esta incidencia. El primero se dio durante el viaje de Gustavo Petro a Nueva York a la Asamblea General de las Naciones Unidas, antes de que se cumpliera la fecha límite de inscripción de precandidatos, en la que el presidente se reunió con el Comité Político, luego de que éste publicara un comunicado renunciando a la consulta interna como mecanismo de elección. En esta reunión, Petro puso en cintura al Comité, señalando que estaba haciendo movimientos a sus espaldas y forzando una negociación que sobre las 3:00 pm cambió la posición del Comité, quien decidió seguir adelante con la consulta.

Previo a esta reunión, Quintero había señalado que seguiría firme en participar y se inscribió a la misma. La movida para cancelar la consulta fue impulsada presuntamente por los sectores del Pacto que no querían permitir la candidatura de Quintero.

El segundo hecho lo marca la constante insistencia del presidente por permitir que Daniel Quintero participara, como lo expresó en varias reuniones con su bancada de congresistas para coordinar la campaña hacia la consulta de octubre.

Desde aquí hay que interpretar las declaraciones del presidente frente a la renuncia de Quintero, en las que, según lo dijo el propio precandidato en Caracol Radio, señaló que la consulta estaba “acabada”. Durante el transcurso del miércoles, el presidente hizo varios trinos en su cuenta de X denunciando que las medidas del CNE eran un golpe a la democracia y que de todos modos participaría en la consulta del próximo 26 de octubre.

No obstante, y como ya lo hemos analizado desde la Línea de Democracia y Gobernabilidad, el presidente no se siente conforme con las candidaturas de Corcho y de Cepeda, por el riesgo de que ambas puedan terminar siendo independientes al presidente, que ha asumido el rol de operador político y jefe de campaña dentro del bloque progresista.

Quintero espera que el presidente impusiera, de nuevo, disciplina dentro del progresismo. No obstante, parece que Petro espera dejar que la consulta continúe, a pesar del riesgo jurídico de que el candidato electo dentro de la colectividad no pueda presentarse en marzo con el Frente Amplio. La registraduría, a este respecto, dijo que la consulta se mantendría con los mismos tarjetones impresos, y el Pacto asumió continuar su participación exigiendo garantías jurídicas, entre ellas, que el próximo candidato electo sería un precandidato para marzo de 2026.

Fuente: Cuenta de X del Pacto Histórico

—Lo que nos dice esta renuncia sobre la fragilidad del Pacto Histórico como proyecto de unidad

Fuente: Radio Televisión Nacional de Colombia

Lo que sí es verdad es que el progresismo, ahora mismo, está dividido en 2 grandes bloques. Esta división se mantendrá en tanto expresa las tensiones fundamentales al interior del Pacto Histórico, que ahora mismo está tomando un viso ideológico y está superando las tensiones político-electorales en las que la campaña se había venido desarrollando.

Estos bloques lo componen un sector de izquierda tradicional, que conjuga en su interior procesos de militancia dentro del Polo, la UP y el Partido Comunista, junto con organizaciones sociales de base (sindicatos, organizaciones campesinas, organizaciones indígenas, entre otras), movimientos cercanos a los procesos colectivos de víctimas y otros procesos territoriales donde estos partidos tienen incidencia.

Por otro lado, existe también un proceso progresista, mucho más pragmático y distante de la izquierda tradicional, cuyo surgimiento ha sido orgánico a influenciadores en redes sociales y a figuras sociales y políticas en territorio que han sido excluidas dentro de los procesos colectivos del Pacto a nivel territorial por no hacer parte de las militancias políticas tradicionales. A este sector le han hablado tanto Daniel Quintero como Carolina Corcho, que también ha sumado a ciertos sectores intelectuales y técnicos que no se sienten representados en la tensión Quintero – Cepeda.

El Pacto ha llegado a esta fragilidad en su proceso de unidad, en tanto ha tenido dos grandes falencias. La primera es que ha sido incapaz de construir un programa común y consolidarlo de tal forma que conjugue las diferentes tendencias que componen al Pacto Histórico, y la segunda es la cesión de la construcción de los mensajes políticos y la construcción del proyecto electoral al presidente Petro, quien concentra demasiado poder dentro del progresismo como operador político y jefe de campaña. La falta de un programa mínimo impide materializar eventualmente el apoyo hacia cualquiera de los candidatos, que interpretan de manera personal el proyecto político del presidente, que aún sigue siendo gaseoso, como lo manifestó Petro en el discurso en el Plazoletazo de Ibagué.

Esta ruptura también puede observarse en las declaraciones de Gustavo Bolívar posteriores a la renuncia de Quintero, en la que señala que no tenía claro como el Pacto había aceptado y avalado la candidatura del exalcalde de Medellín, debido a sus procesos judiciales y a su falta de ética.

—A modo de cierre

Fuente: Revista Cambio

Con su renuncia, Quintero se posiciona, de nuevo, en el papel de outsider perseguido por las élites. También lo hace bajo la figura del político joven y audaz que “enfrenta al sistema” y es víctima de una maquinaria (al interior, en el Pacto, y en el exterior, con la “derecha mafiosa”) que busca silenciarlo. Esta narrativa ha sido el eje articulador de toda su trayectoria. La utilizó frente a los grandes medios de comunicación, frente a las élites antioqueñas y frente a los organismos de control cuando fue suspendido como alcalde de Medellín en 2023.

Con esta jugada, Quintero no se estaría retirando del escenario, sino que buscaría reinventarse dentro de él. Al autoproclamarse víctima de un sistema que le impide competir en igualdad de condiciones, se sitúa en un terreno en la que puede capitalizar moralmente y construir el relato de que no pierde por falta de apoyo, sino porque “no le dejaron participar”. Es decir, transforma una debilidad estructural (la falta de cohesión dentro del Pacto y el rechazo de los sectores tradicionales de izquierda) en un relato emocionalmente potente, que refuerza la identificación de sus seguidores y estructuras con una causa de resistencia.

Esta situación también permite observar un fenómeno más amplio dentro del progresismo colombiano, que es la personalización de la política como sustituto de la construcción programática. La ausencia de un proyecto político común y articulado ha llevado a que las figuras individuales ocupen el lugar de los programas, convirtiendo al liderazgo (más que a las ideas) en el eje de legitimación dentro del Pacto Histórico.

En este marco, Gustavo Petro no sólo ocupa el rol de jefe de Estado o de referente del movimiento, sino también el depositario simbólico de las expectativas y tensiones internas. Su figura concentra la autoridad política, moral y estratégica del bloque, al punto de que cualquier intento de autonomía dentro del Pacto termina percibiéndose como una disidencia personal frente al presidente, y no como una divergencia programática legítima, en medio de la lógica de lealtad que ha impuesto dentro de sus estructuras políticas.

Con el riesgo de que la incertidumbre jurídica termine por amilanar la participación política, ahora mismo el Pacto Histórico como proyecto de unidad y el Frente Amplio se encuentran en su mayor momento de fragilidad. De nuevo, el proyecto de la izquierda queda en manos del CNE, quien deberá decidir si dar las garantías electorales que pide el Pacto o negarse a las mismas.

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Óscar A. Chala

Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia, con interés en el análisis de coyuntura, la teoría política aplicada y la construcción de marcos de interpretación alternativos desde la ciencia política para las ciudadanías y los movimientos sociales