La traición mayor del ELN a sus principios

La llegada al ELN, a finales de los años sesenta, de sacerdotes como Camilo Torres le dio a este grupo un aura católica que lo diferenciaba del resto de guerrillas. Su capacidad para hacer bases sociales en lugares como Arauca, Norte de Santander o Antioquia, era innegable. Esto les ayudó muchas veces a superar crisis que estuvieron a punto de exterminarlos. Una de ellas fue la gran derrota que sufrieron en Anorí. Mientras tanto, otros sacerdotes, como Manuel Pérez o Domingo Laín, ocuparon puestos de comandancia durante la década del ochenta. En ese momento, ya se aceptaba que entre sus fuentes de financiamiento tuvieran la extorsión, sobre todo a multinacionales petroleras del Catatumbo y Arauca, el secuestro y el contrabando. Desde los años ochenta, su influencia en zonas de frontera ha sido una constante.

Al ELN, hoy en día, le queda muy difícil afirmar que no tiene entre sus rentas el narcotráfico. Esto fue producto de los golpes que ha venido sufriendo desde principios de este siglo. Hay que recordar que, en 1999, justo cuando el ejército sufría una de sus crisis más profundas, llegaron a tener tanto poder de desestabilización que pudieron secuestrar a 190 personas que estaban en una iglesia en Cali. Pero la acorralada y desprestigio que ha tenido en las últimas décadas la lucha armada, hicieron que el ELN se dedicara a actividades relacionadas con el tráfico de droga a pesar de lo que decían sus preceptos católicos.

Algunas estructuras se involucraron con el cultivo de la plata. Otras estructuras ofrecían sus servicios para cuidar las rutas. Otras, ya se dedican a la fabricación del alcaloide. En Norte de Santander, específicamente en el Catatumbo, sobre todo después de la ofensiva del 16 de enero de 2025, cuando el ELN le quitó el dominio al Frente 33 de las FARC, al mando de Andrey Avendaño, del Catatumbo. El resultado ha sido dejar 80.000 víctimas, 38.000 de ellas han llegado en condición de desplazamiento a Cúcuta, y amenazar a líderes de grupos de campesinos tan consolidades y representativos de la región como el Ascamcat.

Lo último que se sabe en Cúcuta es que la coca, después de tener varios años a la baja, está al alza. El precio del kilo del alcaloide está en tres millones de pesos. Buena parte de esa producción está en el Catatumbo. El ELN había guardado ingentes cantidades de coca y ahora la están poniendo en el mercado. En el Catatumbo tienen rutas hasta Ocaña en donde en menos de 12 horas pueden poner, vía terrestre, toneladas de coca en el mar Caribe. Según nos informan, en Cúcuta, este año han aparecido compradores internacionales en donde les han pedido al ELN “Hasta 22.000 kilos de cocaína”. El ELN se quedaría con un 40% de un desembolso como este, que sería de unos 600.000 millones de pesos.

En las condiciones cambiantes de la guerra, el ELN ahora vive una especie de esplendor de época dorada en el Catatumbo. “Están más ricos que nunca”, nos afirma una fuente que quiere permanecer anónima debido a la alta influencia que tiene este grupo armado en la política y el comercio fronterizo.

Así que, cuando, de manera oficial, traicionaron uno de sus principios, el de no comerciar con droga, el ELN superó un momento en donde casi se extinguen a una bonanza producto del tráfico de drogas. Es muy difícil tener argumentos para no considerarlos en la frontera como un narcogrupo.

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Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.