La película favorita de Andrés Caicedo se puede ver ya en las plataformas digitales

Era 1975 y Cali vivía una explosión cultural. Andrés Caicedo era uno de los culpables. En esa época no lo conocían precisamente por ser un escritor, sino por ser cinéfilo. Era el muchacho del cine club del barrio San Fernando, el que traía películas y discos que ponía cada mediodía a la variada audiencia que incluía estudiantes, revolucionarios, ladrones y hasta vendedores ambulantes. Antes de cada película realizaba el ritual. Ponía uno de esos discos que su hermana Rosario le enviaba desde Estados Unidos, Exile on Main Street recién desempacado, y repartía en hoja escrita por él mismo la reseña de la película que verían.

Caicedo, que en ese momento era un muchacho de 23 años y que tan solo le quedarían dos más de vida antes de decidir tomarse sesenta seconales frente a su máquina de escribir, tenía alto desprecio por el imperialismo yanqui. Sin embargo, gran parte de lo que visionaba eran películas hechas en ese país. Algunas las despreciaba sin importar el prestigio que podrían traer tras ella. Célebre es aún la crítica que le hizo a El Padrino 2, un clásico indiscutido, una obra maestra sobre cualquier cinéfilo podrá derramar lágrimas de emoción. Pero a Caicedo le pareció un bodrio, una película donde todos hablan pasito, casi en susurros y en donde se comete un error que hoy sería imperdonable: las mujeres no existen. La única que tiene alguna importancia es Kay, la esposa de Michael Corleone, interpretada además por una actriz tan grande como una catedral: Diane Keaton, quien tiene trascendencia porque decide ofender al dios Corleone, abortando al hijo que tenía en sus entrañas.

Mientras le bajaba el pulgar al canon, abrazaba obras que en Estados Unidos no tenían tanta trascendencia. Una de ellas fue Pat Garret y Billy the kid. A comienzos de este siglo en las universidades colombianas se vivió una especie de redescubrimiento de Andrés Caicedo. Editorial Norma, en ese momento dirigida por la maestra María Elvira Bonilla, lanzó la colección de críticas cinematográficas del escritor caleño, muerto por sus propios medios a los 25 años. El libro se llamaba Ojo al cine y fue la biblia de los cinéfilos durante esa primera década del siglo. Ahí pudimos descubrir autores que en Colombia no habían sido debidamente descubiertos. Uno de ellos es Sam Peckinpah, padre de lo que se conoce como Western crepuscular. Diez años después de que Jimmy Stewart asesinara al malo del Lee Marvin en El hombre que mató a Liberty Valance, una de las películas más hermosas jamás hechas, el telón del western se fue bajando. Había nostálgicos como Sergio Leone, que mantuvo vivo el género en Italia y Peckinpah con sus películas de forajidos veteranos, a punto del retiro, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos, a la llegada del ferrocarril, la metralleta, el automóvil, los viejos vaqueros no estaban para adaptarse a eso. Lo mejor era seguir libres en el campo, sin someterse a ningún señor de la tierra, morir blandiendo la espada como los samuráis en el Japón del siglo XIX.

Peckinpah hizo en 1969 una gran película, La pandilla salvaje, que acaba de ser subida por Max y también subió Pat Garret y Billy the kid, una película que pasó más de una vez Caicedo en el San Fernando y cuya historia, la del forajido de 27 años que prefiere ser asesinado antes que adaptarse, era una metáfora del rock de esos días y prefiguraría lo que vendría con nuestro querido escritor.

Pat Garret tenía 30 años más que Billy y, sin embargo, fue Billy quien le enseñó a vivir. Un día Pat Garret decide sentar cabeza, pensar en su futuro, tener un empleo estable. Así que se vende a Chisum, el gran terrateniente de Texas. Se convierte en el sheriff del condado. Y debe ir por Billy quien, cansado ya en la vejez de sus 27, decide esperar a la muerte vestida con la ropa de quien fue su amigo. Uno de los personajes de esta historia es Alias, un linotipista que decide pasarse a la banda de Billy the kid cansado del tedio de sus días. Ese personaje es interpretado por Bob Dylan quien además hace la banda sonora de la película. Una de sus escenas más sublimes es cuando un forajido, que está a punto de retirarse, recibe un balazo que lo deja agonizante, se arrastra hasta el río a ver el agua fluir y entonces empieza a sonar -por primera vez en la historia- Knockin on heavens door- y el hombre mira por última vez el agua y la nostalgia que sólo produce un río correr.

Desde la universidad, no la había vuelto a ver y sigue siendo hermosa. Está en Max. Muchos westerns hermosos están en Max. Uno de ellos es reciente, se llama Horizon y es de Kevin Costner. El famoso actor decidió gastarse hasta el último dólar que había ganado en su carrera, para hacer esta superproducción estrenada en 2024, y que nadie vio en cines, pero que sí la están viendo en plataformas. Si les gusta el rock les fascinará Pat Garret y Billy the Kid, del gran Sam Peckinpah.

No se puede vivir sin el western.

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Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.