La mejor película sobre el conflicto Palestina-Israel acaba de ser subida en Netflix

Hollywood es un invento de judíos y nunca ha existido un director de cine más famoso que Steven Spielberg. Hace poco vi en X una vieja grabación de cómo había sido recibida en Alemania La lista de Schindler. Ponían las cámaras frente a los teatros y ahí los periodistas veían los rostros culpables de los alemanes. Se abrió un debate en ese momento sobre la brutalidad que algunos consideraban “extremadamente descarnada” que mostraba la película y que no lograba atenuar el blanco y negro. Este era un viejo proyecto de Stanley Kubrick que tomó Spielberg. Hace treinta años, ciertas dudas como autor generaba el creador de Indiana Jones, ET o Tiburón. Les parecía un traidor a la doctrina del Nuevo Hollywood y el responsable directo de que el cine se hubiera convertido en una sección más de los centros comerciales.

Pero ya Spielberg está fuera de duda al igual que La lista, obra cumbre del cine sobre el Holocausto. Unos años después, en 2005, Spielberg estrenó otra película con una fuerte carga política: Munich, que no es solo la historia de los 11 atletas judíos que fueron asesinados por Septiembre Negro en las Olimpiadas de 1972, sino que es la historia de una venganza, de una reacción por parte del estado de Israel. En ese momento, la primera ministra Golda Meir alistó un comando secreto, compuesto por siete hombres, que tenía la misión de acabar con las trece cabezas más destacadas de la resistencia palestina y que estaban dispersas alrededor del mundo. Nadie sabía que estas ruedas se habían puesto a girar. Meir consideraba, acaso como Netanyahu, que los cinco millones de judíos triturados por la máquina de muerte de los nazis le daban a Israel la suficiencia moral como para ejecutar a sus enemigos y que todos se dieran cuenta de que los hebreos no regresarían de nuevo, al menos sin dar pelea, a las cámaras de gas.

Esta película le trajo a Spielberg críticas por parte de los sionistas más radicales. No entendían por qué mostraba a los supuestos terroristas que ordenaron el secuestro de los atletas israelís como seres humanos. Incluso el protagonista, interpretado por Eric Bana, todo el tiempo tiene dudas si en verdad esas personas que está ejecutando son culpables o inocentes. Dentro del grupo de ajusticiadores existe la mirada dura, encarnada en el personaje de Daniel Craig, que afirma que la única sangre que a él le importa es la judía: “se puede derramar cualquier sangre menos la nuestra”, el temor de otro de los miembros del grupo del riesgo de convertirse en alguien peor que sus verdugos.

La verdad, lo que nos muestra Spielberg de los supuestos terroristas palestinos es a un profesor de filosofía que vive en París, a un traductor al italiano de Las mil y una noches que vive plácidamente en Roma, a un comerciante en Beirut. Hasta la última secuencia, un atormentado Eric Bana les pregunta a sus superiores, “si ellos estaban realmente detrás del atentado de Munich”, y la respuesta es el silencio.

A pesar de ser una de las cinco mejores películas hechas en este siglo, Munich no tiene la difusión que merece. Además, no arrasó en los premios como lo hizo Spielberg con La lista. Después de esta película, sus películas siempre son nominadas por la academia, pero rara vez consiguen ganar un premio. Y es precisamente por su mirada crítica. En una de las secuencias hay un palestino llamado Amir que conversa con un judío y le habla sobre la necesidad de regresar a la casa: “No se puede ser un hombre si no se tiene hogar” Ellos estaban ahí hasta 1947, cuando el mundo quiso lavar sus culpas sacando a casi 500.000 palestinos para darles la tierra que supuestamente les pertenece desde siempre.

Munich no da respuestas, solo cuestiona. Es una suerte que Netflix la haya subido esta semana. Hay que verla ya.

Picture of Iván Gallo

Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.