La mañana en la que Uribe extraditó a 14 comandantes de las AUC y nos evitó conocer la verdad sobre el horror paramilitar

El 27 de febrero de 2024 regresó al país Salvatore Mancuso, después de pagar una pena de 16 años en una cárcel norteamericana. En Colombia, eran miles las víctimas que había dejado y que esperaban que, al menos, pudiera contar la verdad sobre el horror paramilitar. Por eso fue designado “gestor de paz”, función a la que renunció el pasado 5 de junio, junto con otros 16 excomandantes paras, alegando un saboteo por parte del comisionado de paz, Otty Patiño, a quien calificaron de ser un “enemigo interno” del gobierno colombiano. El resquemor de Patiño contra jefes paramilitares, como Mancuso, proviene de decisiones que tomó la extrema derecha y que cambiaron para siempre la historia del país, como el asesinato del entonces candidato presidencial Carlos Pizarro, compañero de lucha de Patiño en el M-19.

El punto es que existe un resquemor por parte de estos comandantes paramilitares porque la desmovilización de las AUC jamás se cerró; es una herida abierta que pudo haber derivado en un nuevo bucle de violencia, generado por los grupos armados ilegales que hoy azotan el país y que tuvieron una raíz en los grupos paras de la década del noventa. Por eso, es fácil asociar a los Pachenca con el Bloque Tayrona, y a los Costeños, y al mismo Clan del Golfo con las estructuras paras. Este cierre fallido del proceso de paz con las AUC tuvo su raíz en la decisión presidencial que tomó Uribe en la madrugada del 13 de mayo de 2008.
 
En ese momento, los jefes paramilitares estaban comprometidos con la verdad. Después de esa decisión todo cambió: solo seis siguieron aferrados a sus compromisos, el resto se retiró de dar sus versiones libres. De un solo tacazo, fueron extraditados los siguientes comandantes paramilitares a los Estados Unidos: Diego Fernando Murillo, alias Don Berna; Francisco Javier Zuluaga, alias Gordo Lindo; Manuel Enrique Torregosa; Salvatore Mancuso; Diego Alberto Ruiz Arroyave; Guillermo Pérez Alzate; Ramiro Vanoy; Juan Carlos Sierra, alias el Tuso; Martín Peñaranda, alias el Burro; Edwin Mauricio Gómez; Rodrigo Tovar Puppo, alias Jorge 40; Hernán Giraldo Sierra; Nondier Giraldo Giraldo, y Eduardo Enrique Bengoechea.
 
Un año después, el gobierno envió a otros jefes paras que estaban comprometidos con la verdad, como Ever Veloza, alias H.H, comandante del Bloque Calima, vital para saber la verdad del horror de lugares como Urabá y Buenaventura.

Como recordó en su momento el portal Verdad Abierta, al entonces presidente Uribe se le subrayó la importancia que tendría que estos comandantes siguieran hablando desde Estados Unidos, a lo que él respondió de la siguiente forma, que, en caso de existir la voluntad de estos hombres de seguir confesando sus verdades, el gobierno de Estados Unidos debería garantizar este escenario “en caso de existir el deseo y la voluntad de parte de los extraditados de seguir colaborando con las autoridades judiciales colombianas, confesando hechos delictivos y dando bienes, relato de hechos y manifestaciones de perdón”.

La verdad nunca se pudo conocer. No hubo voluntad, sobre todo por parte del gobierno colombiano. En 2009, durante una correría por cárceles norteamericanas, la congresista Piedad Córdoba, junto con el académico del CINEP Danilo Rueda y el entonces líder de víctimas, Iván Cepeda, viajaron a Estados Unidos y pudieron hablar con Mancuso quien, en una andanada de rabia, calificó a Uribe como un traidor, por haber decretado su extradición. Fue entonces cuando empezaron a circular sus versiones de que los paramilitares habrían ayudado a Uribe a ser presidente.

Pero aún falta un capítulo crucial en el cierre del conflicto: saber verdades. Mancuso ha intentado dar coordenadas para descubrir cuerpos enterrados en fosas comunes. Incluso, su testimonio fue clave para descubrir fosas comunes en cementerios como el de Cúcuta, donde se descubrieron restos de más de cuatro mil personas.

Durante cerca de un año, entre 2008 y 2009, algunos jefes paramilitares continuaron su proceso con la verdad desde Estados Unidos, pero esto pronto se desvaneció. La llegada de Petro al poder, en 2022, reavivó el interés de estos comandantes para cerrar lo que aún es una herida abierta. Sin embargo, dentro de este gobierno, tanto Mancuso, como Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, o el mismo Jorge 40, se han encontrado con escollos que no han podido superar. Las expectativas de que ellos puedan tener alguna influencia entre miembros del Clan del Golfo o de otras estructuras armadas son mínimas. Es difícil creer que puedan ayudar a efectuar alguna desmovilización. Lo que sí está claro es que hay verdades que no se han dicho y que podría traer la paz a los cientos de miles de vidas arrebatadas y a sus familiares, que necesitan, por fin, pasar capítulo. Y esta angustia solo se cura con la verdad.
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Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.