La mañana en la que mataron 16 indígenas en los Llanos porque “no sabíamos que matar indios era malo”

En abril de 2024, el presidente Gustavo Petro decidió levantarse de la mesa de negociación que sostenía con el EMC de Iván Mordisco después de que asesinaran en el Cauca a una líder embera. Los grupos armados han venido matando sistemáticamente a líderes indígenas en los últimos tiempos, algunas veces de manera masiva como si aún se tratara de un plan de exterminio, como si creyeran, como los primeros cristianos que pisaron esta tierra, que no tuvieran alma. En el siglo XX se hizo una gran masacre de huitotos, un genocidio en las selvas del Putumayo a nombre del caucho y de la ambición de un hombre, el senador peruano Julio César Aranam quien construyó un imperio del caucho matando a 50.000 indios. Pero lo que pocos saben, es que en los territorios de nuestro país donde no hay Estado ni ley, hay muchas personas que siguen creyendo que matar indios no es pecado.

Es como si no hubiera pasado nada desde que Colón llegó con su sed de oro y de sangre a nuestras tierras, como si aún leyeran el requerimiento antes de pasar a espada, machete y dientes de perros a indígenas inocentes. La última gran masacre documentada de colonos ocurrió en un lugar llamado La Rubiera.

En los llanos, hace poco más de cincuenta años, aún había autodenominados blancos que creían que matar indios estaba bien. Los mataban simple y llanamente porque creían que podían, porque querían cazar. Fue el 25 de diciembre de 1972, cuando dos colonos estaban pescando en los llanos. Uno de ellos se llamaba Anselmo Aguirre, de nacionalidad venezolana, y un colombiano llamado Marcelino Jiménez. Llegó el mediodía y la pesca estaba muy mala. Así que vieron en dos embarcaciones a 16 indios. Según lo consultó el periodista Germán Castro Caycedo, en el expediente original Aguirre fue el que le dijo a Jiménez “Camarita, matemos a esos indios” como quien quiere cazar. El otro asintió. No podían matarlos allí, había que agarrarlos desprevenidos. Entonces los invitaron a almorzar en un lugar llamado La Rubiera. Los indios, que no eran desconfiados, dijeron que sí. Entre los 16 había cinco niños que no pasaban de los diez años.

El capataz de La Rubiera se llamaba Luis Morín. En ese lugar había otros hombres que participarían en la masacre, ellos eran Eudoro González, Cupertino Sogamoso, Celestino Rodríguez, Elio Torrealba y Luis Ramón Garrido. Ellos les dijeron a las mujeres que estaban en la cocina de la finca que les hicieran un sancocho a los indios. Los indios llegaron el 27 de diciembre. Estaban silenciosos, tranquilos, con la misma buena fe que tuvieron cuando recibieron en estas tierras a los primeros cristianos.

Cuando estaban comiendo en el solar, Morín, el capataz, dio tres golpes en la puerta, salieron cuatro hombres con machetes y pistola y empezaron a matar indígenas a machetazos, a culatazos, a tiros. La lista y nombre de los indígenas asesinados es: Ramoncito tenía 30 años, Luisito 20, Luisa 40, Chain 19, Doris 30, Carmelita 20, Guáfaro 15, Bengua 14, Aruse 10, Julio 8, Aidé 7, Milo 4, Alberto 3 y un niño sin nombre que en el momento de la masacre fue estrellado contra una roca.

A los indios los despedazaron y los mandaron al río. Siete días después, llegó la ley y se llevaron a los hombres y los juzgaron, ellos reconocieron que los habían matado porque en esa tierra siempre habían matado indios, que ellos no sabían que eso era pecado. En ese lugar los mataban los soldados, la ley, el campesino y nadie había sido juzgado. Estos hombres que vivían en la Hacienda La Rubiera no tenían energía eléctrica ni servicios públicos, no habían recibido algún tipo de educación. En Colombia hay más territorio que Estado y por eso se quedaron así, estancados en el tiempo. En la confesión de Luis Morín queda estampado la maldita ignorancia “Desde mi abuelo me acuerdo de que él mataba indios como quien mata pájaros en el monte, mi papá también lo hacía, nunca nadie nos dijo que esto era malo”.

Las cosas han cambiado, a los indios, al menos de manera nominal, les han dado la tierra, les han reconocido la resistencia, pero en un país con la violencia galopante de Colombia en serio ¿Ya terminó esta era en la que se pensaba que los indios no eran personas? Viendo la manera como los grupos armados siguen matando indígenas la respuesta es no. Acá la civilización no alcanza para todos.