Los viejos liberales en los años ochenta adoraban a Alberto Santofimio. Les parecía una especie de rencarnación de Gaitán, el heredero de su poder oratorio. Este tolimense tenía seis años cuando mataron al caudillo y tiene recuerdos difusos de lo que sucedió ese 9 de abril de 1948. Se vino a estudiar a Bogotá, en los sesenta, en la universidad del Rosario. Era algo parecido al típico estudiante avispado, siempre rebelde, inconforme. Por eso, a sus estudios de derecho se le sumó el periodismo. Fue el fundador de un periódico que se llamaba Rebelión y de un radioperiódico llamado Combate. Era, como su contradictor, Luis Carlos Galán Sarmiento, una mente precoz.
A los 33 años, ya Santofimio había sido ministro de Justicia en el gobierno de Lleras. En 1982, cuando ganó las elecciones Belisario Betancur, Galán apoyó ese gobierno a pesar de ser conservador. Su gran amigo, Rodrigo Lara Bonilla, nombrado ministro de Justicia, decidió hacerle una guerra frontal al narcotráfico que copaba todos los renglones de la vida nacional. Pablo Escobar cometió la insolencia de llegar a la Cámara de Representantes, siendo suplente de Jairo Ortega, político a sueldo del Cartel de Medellín y muy cercano a Santofimio. En un acto público en Medellín, Galán decidió expulsar a Escobar del Partido Liberal, algo que el capo nunca le perdonaría.
Lara Bonilla decidió enfrentar el narcotráfico con toda la rudeza que le permitía su integridad política. La respuesta de Escobar fue asesinarlo en marzo de 1984. Galán decidió crear un partido, el Nuevo Liberalismo, mientras que Santofimio lo acusaba de ser un “secuestrador moral” del Partido Liberal. En agosto de 1989, Escobar ya le había soltado la muerte a Galán. En una intervención que hizo en la universidad de Medellín, tenían listo un bombazo para eliminarlo. Santofimio había convencido a Escobar de que, en caso de que Galán llegara a la presidencia, no dudaría un segundo en extraditarlo.
Así que, el viernes 18 de agosto, en la plaza central de Soacha, Galán fue asesinado. El hombre que ejecutó fue el paramilitar Henry Pérez, duro del Magdalena Medio, el que dio la orden fue Pablo Escobar, pero el instigador fue Alberto Santofimio. Desde 1989, el tolimense usó toda su habilidad de abogado para eludir la justicia. Diez años después, la Procuraduría inició la investigación que lo vinculaba como sospechoso. Los argumentos que dio Santofimio fueron los siguientes: “Estos son unos rumores infames”. En ese momento, tal y como lo recuerda El Espectador, el tolimense había sido condenado a 55 meses de cárcel, acusado de haberse enriquecido ilícitamente dentro del Proceso 8000.
En 2004, El Espectador entrevistó a Santofimio y le preguntó por esa versión de que él era el instigador del asesinato de Galán, y así contestó, con su habitual elocuencia: “Llevo 15 años rechazando ese engendro miserable en la mente torcida de algunos de mis enemigos políticos del Tolima. Esa versión la recogieron algunas personas vinculadas al doctor Galán, que desde hace 15 años conformaron una especie de grupo parajudicial o de justicia privada, que pretende, por fuera de los organismos del Estado, lanzar sindicaciones y señalar personas como culpables”.
Sin embargo, en 2007, llegaría la primera condena en firme. Fue el 7 de junio de 2007 que el juez Jesús Antonio Lozano, teniendo en cuenta el testimonio de John Jairo Velásquez Vásquez, lo condenó a 22 años de cárcel y a pagar una multa de 1.500 millones por “homicidio con fines terroristas”. Doce años después, en 2017, le dieron el beneficio de casa por cárcel. Vivía frente al Museo del Chicó en un apartamento que los hermanos Galán reclamaron como parte de la reparación que debían hacerles. Allí, en esos 200 metros cuadrados se dedicó a escribir su gran biografía de Bolívar. Santofimio, durante las elecciones de 2023, se le vio muy acucioso interviniendo en política, incluso teniendo una columna en un medio de comunicación tolimense.
Su participación en la muerte de Galán fue uno de los hechos más vergonzosos en la historia política del país.