La granja del horror: un nuevo capítulo oscuro de los asesinatos a jóvenes por parte del ejército colombiano

Pocos militares han sido más crudos a la hora de contar sus crímenes ante la JEP que el coronel Luis Fernando Borja. Él ha hecho énfasis en un número: 6402 son los falsos positivos que se realizaron de 2002 a 2009, en plena seguridad democrática de Uribe, pero esta práctica se viene haciendo desde 1986. Por eso, esa cifra podría quedarse corta: “Yo sostengo la hipótesis que los llamados falsos positivos pueden llegar a 10 mil”.

Al menos Borja recuerda que lo hacían en esa época, y que a asesinar civiles para hacerlos pasar por guerrilleros le llamaban “legalizaciones”. Borja reconoció, además, haber estado involucrado en masacres donde contó con la ayuda de Hernán Giraldo, el temible “Taladro”, amo y señor de la Sierra Nevada de Santa Marta. “Estas cosas no las aprendí en mi casa, me las enseñaron comandantes. Si había que disparar contra alguien que se sospechaba podría ser informante de las FARC pues se le disparaba” dijo ante la JEP.

Su nombre, que viene retumbando desde hace unos años, volvió a sonar esta semana en boca del mayor Orlando Céspedes Cardona, quien relató ante la JEP el asesinato de Víctor Manuel Rangel García. Este cartagenero de 18 años se pagó el bachillerato y ayudaba a su familia realizando oficios varios, entre los que se contaba vender tintos. Hemos visto que las víctimas de falsos positivos siguen un patrón y ser pobres es uno de ellos. Se fue a Sucre a trabajar en una finca, en septiembre de 2007. En enero de 2008, el nombre de Víctor salió en las noticias. Había sido asesinado en un combate con la fuerza de tarea conjunta de Sucre. Su familia jamás lo creyó y casi veinte años después se hace justicia.

Gracias al relato de Céspedes Cardona, salió una condena contra el Estado colombiano en septiembre que lo obliga a indemnizar a la familia de Rangel García por su asesinato. El mayor Céspedes cuenta que Víctor fue una de las víctimas de lo que se empieza a conocer como la granja del horror. Es que, ante los pedidos incesantes de bajas por parte de los comandantes, en este caso el superior era el ya nombrado coronel Luis Fernando Borja, se crearon estas granjas como almacenamiento de víctimas. Según contó Céspedes, llegó un momento en donde la demanda era alta y conseguir muchachos para matarlos y vestirlos como guerrilleros no era fácil: “Así que se crearon estos centros de acopio. A veces había hasta 15 pelados trabajando allí. Sacábamos de uno y dos, los matábamos y los hacíamos pasar por guerrilleros”. Al menos 57 personas trabajaron en esa granja, y después fueron asesinadas y hechas pasar por insurgentes. El joven Víctor Manuel García fue uno de ellos. Céspedes no dudó en culpar al coronel Borja por estos hechos.

Borja ya ha reconocido 70 asesinatos desde 1986. Aunque ha hablado con la JEP, admitió estos crímenes desde 2010, dos años después de que el entonces presidente Álvaro Uribe pidiera su baja. El tema de los falsos positivos ha vuelto a cobrar relevancia en la JEP debido a la condena de 12 exmilitares, hecho que sucedió la semana pasada. Al igual que el secretariado de las FARC, los uniformados están obligados a cumplir penas reparando a sus víctimas y no en una cárcel común, tal y como se acordó en el pacto del Teatro Colón, en noviembre de 2016.