La democracia goza de mejor salud que en los años de Uribe

¿De verdad hay miedo a que se posterguen las elecciones de 2026? O que ¿Una oleada de violencias influya perversamente en los resultados? O que ¿Las instituciones no quieran o no estén en capacidad de garantizar la libertad y la transparencia de la competencia electoral? O que ¿Una proliferación de noticias falsas o de manipulaciones mediáticas perturbe de manera decisoria la contienda política? Había oído estas inquietudes y preguntas en reuniones sociales en los últimos meses y pensaba sinceramente que eran fruto del despiste de los interlocutores. Aun así, me gustaba escuchar estas preocupaciones en boca de personas influyentes del país.

Por eso me alegró mucho saber que estas preguntas y esta preocupación por la democracia eran la materia del Festival de las Ideas, auspiciado por el Grupo Prisa, el pasado fin de semana, bajo el nombre de Colombia de cara a las elecciones de 2026.

Fue una concurrida cita a la que asistieron los máximos representantes de los órganos de control y de las cortes; el ministro de la Defensa y el comandante de la Policía; varios gobernadores; 11 precandidatos presidenciales; dirigentes empresariales; las firmas encuestadoras; algunos representantes de la sociedad civil; y también periodistas y líderes de opinión.

¡Qué bueno que tanta gente esté alerta y se muestre preocupada por la democracia! No era esta una característica del país. La principal preocupación de las derechas ha sido la seguridad y de las izquierdas las reformas sociales. También, de alguna manera, hay franjas del mundo político preocupadas por la corrupción. El funcionamiento de las instituciones y la afectación de la competencia política ha sido una angustia marginal en la vida colombiana.

Debo confesar, antes de seguir con esta columna, que llegué tarde a esta inquietud por la democracia. Fue en ese horroroso quinquenio entre 1985 y 1990, sacudido por el aleve sacrificio de la Corte Suprema de Justicia, el asesinato de cuatro candidatos presidenciales y el genocidio de la Unión Patriótica, cuando entendí el valor sinigual de la democracia. Me metí entonces en un proceso de paz y en la lucha por sacar adelante la Asamblea Nacional Constituyente y la constitución de 1991; y juré por mis hijos, mis padres y mis valores, dedicar la vida a luchar tanto por los cambios sociales como por la democracia y la reconciliación del país. En esas estoy desde hace 35 años.

En esta Festival de las Ideas recordé con enorme gratitud a las personas con las que compartí los esfuerzos por ganar la sociedad para la reconciliación a través del Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad en 1997 y, luego, los investigadores los medios de comunicación y los organismos judiciales que me acompañaron en las pesquisas sobre la relación entre los paramilitares, los políticos y los empresarios que dieron origen al escandaloso asalto a la democracia que significó la Parapolítica.

La soledad era abrumadora al momento de iniciar estas investigaciones. Corría el año de 2004 cuando divulgamos resultados parciales de las alianzas que íbamos encontrando en las regiones y a nadie le interesaban las denuncias; en enero de 2005 acudí al lado del profesor Mauricio Romero a Santa Fe Ralito a mostrarle a la cúpula de las Autodefensas Unidas de Colombia los resultados de la parapolítica que habíamos encontrado y, para asombro nuestro, los jefes del paramilitarismo corroboraron nuestros hallazgos; en agosto de ese mismo año Salvatore Mancuso y Vicente Castaño le dijeron a Caracol Radio y a otros medios de comunicación que controlaban el 35% del Congreso de la república; tamaña afirmación sólo mereció algunos comentarios de la dirigencia del país y glosas de varios analistas, entonces estos señores participaron tranquilamente en las elecciones de 2006.

Pero el tamaño del fenómeno era mayor. Ochenta y nueve parlamentarios han sido condenados hasta la fecha por parapolítica y 39 más concurrieron a tribunales por indicios de su responsabilidad. Es decir, más de la mitad de los congresistas fueron implicados. Caso único en el mundo. En las elecciones de 2002 estas fuerzas parlamentarias lo proporcionaron, en cálculos conservadores, a Álvaro Uribe, por lo menos 1.800.000 votos que le permitieron desequilibrar la balanza presidencial y ganar en primera vuelta, lo propio ocurrió en 2006. Sobra decir que las alianzas entre ilegales y políticos han campeado sobre la democracia colombiana a lo largo de estos treinta años.

En el Festival de las Ideas vi que la llegada del primer gobierno de izquierdas y el doloroso atentado a Miguel Uribe Turbay despertaron una gran preocupación por la democracia. Petro, a pesar de que afirma una y otra vez que no tiene interés en un atajo para prolongar su mandato, ha generado miedos reales o ficticios sobre su compromiso democrático; y el sacrificio de Uribe Turbay ha traído del pasado los fantasmas sobre magnicidios que, sin duda, torcieron el camino de la democracia en Colombia.

Creo que estos dos miedos hay que conjurarlos con prontitud. El gobierno nacional, en los discursos y en las acciones, tiene que generar la mayor tranquilidad para esta campaña electoral y la fiscalía general de la nación tiene la obligación de acelerar las investigaciones que permitan descubrir los autores intelectuales y los financiadores del asesinato de Miguel Uribe Turbay.

Y una cosa importante. En el Festival de las Ideas se habló también de nuevas y no menos preocupantes amenazas a la democracia. Las noticias falsas y la utilización perversa de las redes sociales y de la inteligencia artificial, para influir en la voluntad del electorado. Se dijo que el nuevo reto de las instituciones y de la sociedad es poner un muro de contención a la utilización tramposa de las nuevas tecnologías.

Precisamente, el fin de semana, al tiempo que se realizaba el Festival de las Ideas, aparecieron unas vallas en las que, bajo manipulación, se presentaba al precandidato presidencial Iván Cepeda vestido de camuflado señalando una ligazón de este líder político con la guerrilla, el mismo señalamiento que le hizo reiteradas veces el expresidente Uribe a Cepeda en el curso del juicio penal que afrontó el expresidente.

No será difícil entonces descubrir de donde salieron estas vallas y espero que la diversidad de personajes que expresaron con ardor la preocupación por la democracia en el Festival de las Ideas se ponga al frente de una condena a estas falsedades y estigmatizaciones.

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León Valencia Director

Director de la Fundación Pares, un centro de pensamiento especializado en investigaciones sobre los conflictos sociales y políticos colombianos. Ha sido columnista de la revista Semana y los diarios El Tiempo y El Colombiano. Dirigió la investigación académica sobre la parapolítica que condujo a uno de los mayores escándalos judiciales del país. Ha escrito diversos libros sobre la realidad nacional, entre los cuales están: «La parapolítica, la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos; «Adiós a la política, bienvenida la guerra»; «Mis años de guerra»; «Con el pucho de la vida»; El regreso del uribismo; «Los clanes políticos que mandan en Colombia» y su más reciente novela «La sombra del presidente». Recibió el Premio Simón Bolívar de periodismo en 2008 en la modalidad “Mejor columna de opinión”.