La ciudad que disputa a sus jóvenes: riesgos y resistencias en Barrancabermeja

Hablar de la seguridad de niños, niñas, adolescentes y jóvenes (NNAJ) en Barrancabermeja implica adentrarse en un territorio marcado por la historia del conflicto armado, la persistencia de economías ilegales y la vulnerabilidad estructural que afecta la vida cotidiana de miles de familias. El Magdalena Medio santandereano, y particularmente este municipio, ha sido un laboratorio de violencia, resistencia y organización social. Sin embargo, a pesar de la salida formal de varios actores armados tras los acuerdos de paz, nuevas expresiones de criminalidad y bandas locales mantienen un control fragmentado sobre el territorio, exponiendo a la niñez y la juventud a riesgos de reclutamiento, instrumentalización y exclusión social.

Ubicada a orillas del río Magdalena, Barrancabermeja en su época dorada fue un enclave petrolero y epicentro industrial de la región. No obstante, su posición estratégica y su riqueza natural la convirtieron también en un espacio de disputa entre guerrillas, paramilitares y el Estado durante las décadas de los años 80, 90 y 2000. El Ejército de Liberación Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y, posteriormente, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) hicieron de la ciudad y sus alrededores un escenario de confrontación armada, con masacres, desplazamientos y amenazas constantes contra la población civil.

A pesar de la desmovilización paramilitar y los acuerdos de paz con las FARC en 2016, Barrancabermeja no logró una pacificación completa. En su lugar, surgieron bandas criminales, herederas del paramilitarismo y nuevas estructuras ligadas al narcotráfico, que mantienen un control social en barrios periféricos. La geografía urbana fragmentada en comunas, los altos índices de pobreza y el desempleo juvenil constituyen caldo de cultivo para que las economías ilícitas se fortalezcan y recluten a la población más vulnerable: niños, adolescentes y jóvenes.

 

Condiciones actuales de seguridad de NNAJ en Barrancabermeja

Líderes juveniles coinciden en que la niñez y la juventud viven bajo un estado de amenaza, donde las calles, parques y hasta las instituciones educativas pueden convertirse en escenarios de riesgo. El consumo abierto de drogas en la vía pública y la presencia de personas en situación de calle son percibidos como síntomas de un problema mayor: la consolidación del microtráfico como eje de control social.

Los adolescentes, en particular, enfrentan la presión de las bandas para integrarse a sus filas, ya sea como campaneros, expendedores de droga o incluso sicarios. Casos relatados muestran cómo los jóvenes son atraídos con pequeñas sumas de dinero o ayudas a sus familias, generando una relación de dependencia que los vuelve cautivos. Las cifras recientes confirman este panorama. En 2024 se registraron 161 homicidios en Barrancabermeja, un aumento del 31 % respecto al año anterior. Y entre enero y abril de 2025, la ciudad vivió un homicidio cada 39 horas, con 71 víctimas en total; de ellas, 38 tenían entre 14 y 28 años, incluyendo ocho menores de edad. Esto significa que más de la mitad de los asesinatos en ese periodo golpearon directamente a la juventud, confirmando que son el grupo más expuesto a la violencia letal.

La violencia y la inseguridad erosionan derechos básicos de la niñez y la juventud en Barrancabermeja, y uno de los más golpeados es la educación. No se trata solo de la deserción, sino también de la dificultad de garantizar un ambiente seguro dentro de las instituciones, donde se reportan casos de expendio de drogas y limitaciones legales que impiden a las directivas ejercer controles efectivos. A esto se suman factores estructurales que agravan la situación: muchos adolescentes abandonan los estudios no solo por falta de recursos, sino porque deben cruzar “fronteras invisibles” entre barrios controlados por distintos grupos armados, exponiéndose a amenazas o agresiones. De igual forma, las oportunidades de empleo formal son limitadas, y la exigencia de experiencia previa cierra las puertas a gran parte de la juventud, empujándolos hacia la economía informal o ilegal.

 

Iniciativas juveniles y comunitarias de resistencia

A pesar del panorama adverso, la sociedad barranqueña ha demostrado resiliencia a través de iniciativas lideradas por jóvenes y colectivos comunitarios. En estos espacios, el arte, la cultura y el deporte se han convertido en estrategias de confrontación frente a la violencia, ofreciendo oportunidades, ocupando el tiempo libre de manera positiva y fortaleciendo el tejido social.

Un primer ejemplo es Cultura que Inspira, un colectivo que encontró en el freestyle, la poesía urbana y la literatura una forma de canalizar la rabia, el dolor y las frustraciones de los jóvenes. Sus talleres y encuentros permiten que chicos y chicas de barrios estigmatizados transformen sus experiencias en rimas y versos, creando escenarios de catarsis colectiva y, al mismo tiempo, cultivando liderazgos culturales que fortalecen la identidad juvenil. Otro caso significativo es el Festival Afroliterario por la Paz, un espacio cultural que reivindica las raíces afrodescendientes del Magdalena Medio y conecta a jóvenes escritores, poetas y narradores con la memoria histórica de sus comunidades. El festival no solo fomenta la lectura y la escritura como herramientas de libertad, sino que también representa un acto de resistencia simbólica frente al olvido y la violencia, al visibilizar historias de lucha y resiliencia que nacen desde los propios territorios.

En el ámbito deportivo, Jóvenes Tiempo trabaja con niños y adolescentes en comunas vulnerables, organizando torneos de fútbol y actividades recreativas que funcionan como una alternativa real al reclutamiento y al tiempo ocioso en las calles. Más que un espacio de competencia, el deporte se convierte en una escuela de disciplina, compañerismo y convivencia pacífica, donde los jóvenes construyen redes de apoyo y se alejan de los entornos de violencia.

Estas iniciativas representan semillas de transformación que nacen desde los propios barrios y comunas, donde el arte, la cultura y el deporte se convierten en respuestas creativas frente a la violencia. Sin embargo, esas semillas todavía crecen en terreno árido: la falta de apoyo técnico y financiero, sumada a la ausencia de un acompañamiento institucional sostenido, pone en riesgo su continuidad y limita su impacto a mayor escala. Los jóvenes que lideran estos procesos no solo resisten, también innovan, pero no pueden cargar solos con el peso de revertir décadas de abandono estatal y de violencia estructural.

Proteger a la niñez y juventud de Barrancabermeja es, en última instancia, proteger el futuro de todo el Magdalena Medio. Hacerlo implica reconocer su derecho a vivir y crecer en entornos seguros, a estudiar sin miedo, a ocupar parques y escenarios culturales como espacios de vida y no de amenaza, y a desarrollar proyectos alejados de la ilegalidad. No se trata únicamente de reducir cifras de homicidios o de fortalecer la seguridad en un sentido policial: se trata de reconstruir confianza, de garantizar derechos y de sembrar oportunidades donde hoy solo crecen la exclusión y el miedo.

La deuda es histórica y exige un compromiso decidido del Estado en todos sus niveles, de la cooperación internacional y de la sociedad civil organizada. Las voces juveniles que hoy reclaman ser escuchadas no piden asistencialismo, sino alianzas para potenciar lo que ya están construyendo: redes culturales, deportivas y comunitarias que tejen resiliencia en medio de la adversidad. La verdadera apuesta por la paz en Barrancabermeja no vendrá de imponer más control armado, sino de reconocer a su niñez y juventud como protagonistas de la transformación, y de acompañarlos con recursos, políticas y presencia real en sus territorios. Solo así será posible que estas semillas no se marchiten, sino que florezcan en un futuro más justo, digno y seguro para todos.

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Sebastian Solano

Politólogo de la Universidad Javeriana con énfasis en Gestión Pública, formación complementaria en Comunicación Social y Diplomado en Liderazgo e Innovación para la Transformación Social. Con experiencia en dirección de proyectos y comunicaciones de diferentes ONGs de carácter nacional e internacional. Activista por la paz y la participación juvenil, presidente de AGloJoven Colombia, Embajador de Global Peace Chain y ganador del premio Generación 2030 de los Youth Awards 2020