
La prohibición de publicar encuestas sobre la campaña electoral en estos meses nos deja, a los analistas, un poco ciegos. Sin datos las cábalas son más deleznables que de costumbre. Aun así, me resulta difícil resistir la tentación de opinar y ofrecer algunas pistas a los lectores.
Los últimos días están cargados de noticias de nuevos precandidatos presidenciales, de reuniones para buscar alianzas y de procedimientos para escoger candidatos entre los aspirantes a la presidencia y confeccionar listas al Congreso de la República. La concurrencia de los políticos a los reservados de los buenos restaurantes ha crecido, lo cual es una buena noticia para la economía.
Ahí van algunas de las movidas recientes. El senador Iván Cepeda postuló su nombre a la presidencia y se metió en la consulta que el Pacto Histórico realizará en el mes de octubre; también llega a esa competencia el exalcalde de Medellín Daniel Quintero. A regañadientes, los precandidatos del Centro Democrático admiten a Miguel Uribe Londoño, padre de Miguel Uribe Turbay, en la encuesta o consulta que realizarán para escoger al candidato de este partido; a la vez le dicen a Juan Carlos Pinzón y a Abelardo de la Espriella que no pueden participar en esta primera escogencia porque no han hecho parte de sus filas. Se supo también que 13 precandidatos del centro derecha se reunieron para buscar mecanismos que les permitan escoger un candidato único, entre los nombres de esta larga lista están Marta Lucía Ramírez, Enrique Peñalosa, Juan Manuel Galán y Juan Daniel Oviedo. Germán Vargas Lleras, muy cercano a esta corriente, dice que su salud ha mejorado y aspira a presentar su candidatura en las próximas semanas. Y, por el lado del centro izquierda, prosiguen su campaña Sergio Fajardo, Claudia López, Roy Barreras, Luis Gilberto Murillo y otros aspirantes que esperan a que se decante el proceso para definir sus alianzas.
Si estas tendencias persisten -cosa que no se puede asegurar- tendríamos, en primera vuelta, cuatro agrupamientos principales disputando el paso a segunda vuelta. Algo parecido a lo que ocurre en algunos países de Europa. El Pacto Histórico ha señalado que aspira a concurrir a una segunda consulta en el mes de marzo con aspirantes de la Centro Izquierda que han hecho parte, en algún momento, de la actual coalición de gobierno, por ejemplo Barreras y Murillo; El Centro Democrático no descarta agruparse con Vicky Dávila, De La Espriella y Pinzón, afines al uribismo, en esa consulta; también tendrán – si es que logran ponerse de acuerdo- una candidatura muy competitiva los 13 precandidatos del centro derecha que se reunieron en estos días; y ya sabemos que Sergio Fajardo y Claudia López han figurado en los primeros lugares de las encuestas desde el pasado año y que no descartan al final un acuerdo.
No se me escapa que la segmentación del mapa político en cuatro cuartos tiene su grado de arbitrariedad, pero me amparo en realidades indiscutibles de los últimos años. No creo que algún analista ponga en duda que Gustavo Petro y el Pacto Histórico representan a la izquierda tal como se conoce esta categoría en las ciencias políticas y también que Uribe y el Centro Democrático representan a la derecha. Diría igualmente que el “centro” es un vocablo que se utiliza para expresar “moderación” de las dos categorías dominantes.
La insistencia del presidente Gustavo Petro en la unidad del Pacto Histórico y en la búsqueda de un Frente Amplio está forzando a las demás corrientes a reunirse y a construir alianzas. El expresidente Uribe está intentado ir más allá, mucho más allá, del Centro Democrático y para ello busca a candidatos afines a sus ideas como Vicky Dávila, pero también quiere arañar el centro del espectro político.
No obstante, la presión mayor se descarga sobre los candidatos que han hecho su carrera política invocando la independencia y asumiendo la moderación como bandera. Es el caso de Fajardo y Claudia. No es fácil sobreponerse al ambiente de polarización. Es más, tanto a la derecha como a la izquierda, les interesa que la polarización persista y se las ingenian para que el tono del debate mantenga su furor en detrimento de las tendencias moderadas.
Ahora bien, la búsqueda de alianzas no se limita a la campaña presidencial, entre bastidores se libra la batalla por configurar listas unitarias y potentes al congreso de la república. El parlamento adquirió un nuevo valor con el ascenso de la izquierda y la llegada de la alternación política. En los tiempos de Duque, antes de la pandemia, el Congreso fue escenario de las grandes controversias del país y un contrapunto severo del poder presidencial, lo mismo ha ocurrido en el gobierno de Gustavo Petro, la oposición ha hecho del parlamento su trinchera predilecta.
El Pacto Histórico tiene, hasta el momento, claras las reglas de juego internas y ha convenido que las listas al congreso serán paritarias y su orden se establecerá mediante votación al lado de la consulta para definir su candidato presidencial. Tiene, no obstante, un obstáculo que superar: que el consejo electoral le conceda la personería jurídica al Pacto. Si esto no ocurre tendrá que apelar un plan b para configurar su alternativa parlamentaria. El Centro Democrático tiene a Álvaro Uribe como fiel de la balanza en la definición de la lista. También los Partidos Liberal, Conservador, Cambio Radical y la U, acudirán a su tradición y dependerán de su dirección para la formación de las listass y la entrega de avales. El resto de los partidos y movimientos tendrán que apelar a listas unitarias y a complejos procesos de negociación si no quieren arriesgarse a no alcanzar el umbral necesario para entrar al Congreso.
Cuando se publiquen las primeras encuestas de acuerdo a las nuevas reglas de juego establecidas por la ley, tendremos más elementos de análisis, por el momento tendremos que contentarnos con averiguaciones propias a los candidatos, partidos y analistas o con pequeñas muestras realizadas mediante esfuerzos en nuestros centros de pensamiento.