Flotilla Amazónica Yaku Mama: río, resistencia y exigencia de justicia climática

La Flotilla Amazónica Yaku Mama (Madre Agua, en quechua) se ha convertido en una de las expresiones más potentes del activismo climático indígena en América Latina. El 16 de octubre de 2025, desde la ciudad de Coca en Ecuador, partió una caravana fluvial de más de 3.000 kilómetros rumbo a la COP30 en Belém (Brasil), con el objetivo de exigir una transición energética justa y denunciar el extractivismo que amenaza los bosques amazónicos (EFEverde, 2025; Notimerica, 2025). Integrada por más de 60 organizaciones indígenas, territoriales y aliadas, la flotilla reivindica que los pueblos de la Amazonía tengan voz y protagonismo en las decisiones climáticas globales (Notimerica, 2025).

El recorrido de la flotilla no es solo simbólico, sino estratégico: navegar por ríos y trayectos ancestrales permite visibilizar los impactos que la minería ilegal, la explotación de hidrocarburos y la deforestación tienen directamente sobre comunidades ribereñas y ecosistemas frágiles (EFEverde, 2025). También busca proyectar los “caminos vivientes” que ya emergen desde los territorios, como el manejo forestal sostenible, la ciencia ancestral, el monitoreo comunitario y prácticas productivas alineadas con el cuidado del bosque (EFEverde, 2025). Como ejemplo de su carácter ritual y político, la salida incluyó una ceremonia simbólica de “despedida de los combustibles fósiles” en Ecuador (EFEverde, 2025).

La flotilla resalta además una estadística contundente: los pueblos indígenas administran cerca de una cuarta parte de la superficie terrestre, lo que implica que allí se encuentra el 37 % de las tierras naturales intactas. Esa correlación no es casual: evidencia cuantitativa sugiere que la cobertura forestal dentro de territorios indígenas está más conservada que fuera de ellos (Notimerica, 2025). En ese sentido, la Flotilla Yaku Mama reivindica que defender la Amazonía implica también afirmar los derechos territoriales colectivos.

El contexto amazónico en 2025 es particularmente crítico. Según reportes del programa MAAP y otros estudios regionales, durante 2024 se perdió cerca de 4,5 millones de hectáreas de bosque primario, en buena medida por incendios y avance de la minería ilegal. Este fenómeno incluye un crecimiento del 50 % en la deforestación minera en los últimos años, con impactos incluso dentro de áreas indígenas o protegidas (EFEverde, 2025). Al movilizarse en ese escenario, la flotilla apela a que la COP30 reconozca la urgencia de medidas que no reproduzcan dinámicas extractivistas disfrazadas de “energía verde”.

Frente a esta movilización, el mensaje es claro: la justicia climática debe ser radicalmente indígena y territorial. Exige que la transición energética no genere nuevas zonas de sacrificio y respete el consentimiento libre, previo e informado de los pueblos. También que los mecanismos de financiamiento climático lleguen directamente a quienes protegen los bosques y que los defensores del medio ambiente cuenten con protección real (EFEverde, 2025). Según la flotilla, no basta con prometer emisiones cero: es indispensable que los países garanticen territorios seguros, derechos efectivos y liderazgos locales reconocidos.

La Flotilla Yaku Mama moviliza sensibilidad, historia y estrategia. No navega para protestar solamente, sino para reconectar la memoria del río con la voz de quienes lo habitan. En pleno 2025, ante el aceleramiento del cambio climático y la expansión extractiva, ella reclama que la COP30 no sea una cumbre desconectada del territorio, sino un espacio donde las soluciones vivas —las que emergen de la Amazonía y sus pueblos— sean plenamente escuchadas y respetadas.