El primer ministro israelita al que asesinaron por querer reconocer a Palestina como Estado

Si hubo un presidente norteamericano que intentó ponerle fin a la guerra eterna entre Israel y Palestina fue Bill Clinton. En 1993, parecían juntarse todos los elementos para acabar con el conflicto. Por un lado, estaba Yasser Arafat. Aunque siempre combatió las posturas más radicales de los israelíes, el dirigente más representativo de la Organización para la Liberación de Palestina, OLP, intentó poder convivir en paz con Israel. Era un hombre carismático y universal. Del otro lado, Isaac Rabin. La primera vez en la que fue primer ministro, arrancando los años setenta, logró un acuerdo de paz con Egipto. En su segundo mandato, que empezó en 1992, estaba dispuesto a lograr la paz con Palestina. El único camino que le quedaba era aceptar la autodeterminación del pueblo palestino. Por ese esfuerzo, a Rabin le dieron el Premio Nobel de Paz en 1994, pero un año después, un radical israelí le pegó dos tiros y lo mató.

Fue su antecesor, Shimon Peres, quien le cambió la manera de pensar a Rabin. Él estaba convencido de que Arafat era un terrorista, el ideólogo de un movimiento armado llamado OLP. Rabin había sido militar pero como político era pragmático, y en 1993, logra sentarse a negociar con Arafat, auspiciado por Clinton, en Oslo. Fue un momento histórico para la humanidad. La foto que es la portada de este artículo encendió la llama de la esperanza para los que esperaban ver terminado, por fin, el conflicto. Hasta ese momento, Israel se había negado a negociar con la OLP porque consideraba que era un grupo terrorista. La OLP también veía con recelo a los israelíes. Uno de los grandes logros del acuerdo de Oslo -negociación que se llevó a cabo bajo total hermetismo- fue el de que ambos actores se reconocieran como legítimos interlocutores, un camino que parece muy lejano en este 2025. La OLP se transformó en “el representante del pueblo palestino”. Arafat se comprometió a que no se ejecutaran ningún tipo de acciones terroristas en Israel.

El camino a la paz parecía despejado, pero estaban los radicales. A ambos líderes le llovieron críticas en cada uno de sus países. La BBC reseñó en su momento que las principales ciudades israelíes amanecieron un día con carteles en donde se mostraba a Rabin disfrazado con un atuendo de las SS. Lo consideraban un traidor por negociar con Palestina. Del otro lado, grupos radicales como Hamás condenaron a Arafat por negociar “con un país que no debe existir”. La verdad es que los acuerdos de Oslo fueron importantes y también lo fue el respaldo de Estados Unidos en su momento, para que este logro no se diluyera. Sin embargo, en la guerra sin fin, los destinos siempre van a ser fatales.

Ante el clima adverso, Rabin decidió ser valiente y convocó a una gran manifestación el 4 de noviembre de 1995. En ese momento, ya había recibido el Nobel de Paz -premio que recibió junto a Arafat- y su imagen internacional era rotundamente positiva. Congregó a más de 100.000 personas en la plaza de los reyes de Tel Aviv. Hoy esa plaza se llama Isaac Rabin. Fue un evento en el que artistas de Israel le brindaron el apoyo que necesitaba el primer ministro. Su discurso era el plato fuerte de esa noche. De él se desprendieron palabras como: “Fui militar durante 27 años. Luché cuando la paz no tenía posibilidades. Creo que ahora las tiene, y muchas. Debemos aprovechar esto en nombre de todos los que están aquí presentes y en nombre de los que no están aquí, que son muchos. Siempre creí que la mayoría de la gente quiere la paz y está dispuesta a asumir riesgos por la paz”.

El evento era televisado vía satélite para todo el mundo. Parecía que Rabin se había blindado de los ataques, que todos caían rendidos ante el llamado a la paz. Pero, cuando se bajó del escenario, Yigal Amir, un joven de 25 años, lo esperaba con un arma entre la multitud. Amir sigue estando preso y es posible que allí termine sus días. Tiene 55 años. Durante todo este tiempo, organizaciones extremistas de Israel han intentado su liberación. Pero ha sido en vano.

Un día después del asesinato, Rabin fue enterrado en Israel en uno de los eventos más multitudinarios que recuerde ese país. Su ejemplo no fue seguido por las líneas duras que vendrían después de él y en donde terminó llegando un hombre despiadado como Benjamin Netanyahu, quien ha sido condenado por genocida y tiene orden de captura internacional. A pesar de lo que diga Trump, la paz verdadera entre Israel y Palestina no podrá llegar en medio de los bombardeos y la muerte de niños.