
En enero de 2023, los que creemos en la paz, en la reconciliación, sufrimos un golpe durísimo. El esperado Museo de la Memoria sería un elefante blanco. La confirmación llegó después de un estudio que comprobaría que la obra no solo estaba retrasada, sino que no cumplía con la reglamentación colombiana de sismorresistencia. En ese momento, la directora del Centro Nacional de Memoria Histórica era Ana María Trujillo, quien recibió el listón después de la partida de Darío Acevedo. En el informe entregado y difundido en su momento por Colombia+20 de El Espectador había un apartado llamado Comentarios y alertas a la construcción del proyecto Museo de Memoria de Colombia, estaba dirigido a María Gaitán quien sería -y es aún- la nueva directora, en él se lee la siguiente recomendación: “Reiterar la posición del Centro Nacional de Memoria Histórica al respecto de la mala calidad de los concretos arquitectónicos a la vista que están ejecutando en el proyecto de obra civil del Museo de Memoria de Colombia en fachada, placa del umbral y muros interiores”.
Desde ese momento sabíamos que el sueño no se iba a cumplir. El Museo de la Memoria es vital a la hora de cerrar las heridas del conflicto. En teoría, tendría seis pisos y un sótano; tendría 14.000 metros cuadrados en donde reposaría toda la información requerida para entender el conflicto armado. Pero todo esto se convirtió en una pesadilla, en motivo de burlas y memes. Lo llaman la baticueva por sus cuernos incomprensibles. A una ciudad tan maltratada como Bogotá le salió otro adefesio, un edificio que nació siendo una ruina.
El responsable directo de este crimen arquitectónico es la constructora española OHLA, una de las seis más poderosas empresas de España. Con el del museo sería su segundo fracaso en Colombia, ya que ellos estuvieron detrás de la construcción del aeropuerto del café. El 7 de septiembre de 2020, OHLA firmó un contrato por 64.000 millones de pesos para construir el edificio. Este proyecto formaba parte de los compromisos que adquirió el gobierno de Santos a la hora de firmar la paz con las FARC. La obra tenía que estar lista en 2022, pero los problemas ya mencionados detuvieron una construcción que se quedó en un 78 %. En el año 2024, la Contraloría General encontró cinco hallazgos disciplinarios y tres fiscales, que alcanzan los 13.000 millones de pesos.
En febrero de 2025 hubo otra noticia que desalentó a los que siempre vimos como una ilusión y una posibilidad clara de reconciliación este monumento: sería declarada como “obra inconclusa”, ya que no se cuenta con el presupuesto que se necesita para terminarlo. El museo está desfinanciado, nadie quiere dar un peso. Se ha pedido plata al Departamento de Prosperidad Social y al gobierno, pero no han querido soltar un peso para su culminación. Por eso se ha manejado la posibilidad de que sea declarado obra inconclusa. Eso quiere decir que lo más probable es que se tumbe y se aproveche el lote. El problema se hizo más profundo cuando, en diciembre de 2024, el Ministerio de Hacienda solicitó la devolución de 24.690 millones que estaban destinados para terminar el edificio.
En este caso, el contratista incumplió y también el Estado. Y por eso, como dijo hace poco un influencer en redes, el museo parece un búnker soviético gris olvidado en medio del caos urbano. Lejos de representar el dolor de las víctimas, lo que quedó fue un edificio con una estética penitenciaria que no tiene en lo más mínimo un contexto no solo de conflicto, sino de la ciudad donde está. Duele el despilfarro ante una de las obras que iba a representar mejor el dolor de la guerra.