El mercenario escocés que militares colombianos trajeron para crear grupos paramilitares

Se ha hablado mucho, a través de los años, del exagente del ejército israelí Yahir Klein y su participación en la formación de paramilitares en el Magdalena Medio, pero la historia de David Tomkins ha pasado desapercibida. El primero de los británicos que llegó a Colombia a formar autodefensas fue Peter McAleese. Miembro del ejército británico desde los 17 años, hijo de un padre maltratador. Sostenía que se metió a la oficialidad porque quería encontrar una manera de canalizar su violencia. Estuvo en la sección de paracaidistas en la guerra de Borneo, pero se retiró en 1969. Desde entonces trabajó por su cuenta. Conoció a David Tomkins, otro muchacho violento. En las pocas entrevistas que ha dado Tomkins, afirma que de pequeño soñaba con ser un mercenario entregado a actividades como extracción de criminales en países del tercer mundo. Por eso, iba al cine una y otra vez a ver la misma película, una llamada Boina roja.

En 1988 se definía, con orgullo, como un gánster de profesión. Tenía 48 años y ya había peleado en Afganistán y Rodhesia. Además, se había dedicado buena parte de su tiempo en Londres a volar cajas fuertes. Ya tenía cierto renombre en los bajos fondos. Un oficial de reserva colombiano llamado Jorge Salcedo fue quien voló a Londres y lo buscó. Lo convenció de venir a Colombia. Tomkins era un fanático anticomunista y la idea de venir a combatir a las FARC, le atraía. El ejército colombiano cada vez se descaraba más y su objetivo era unirse, al menos una facción importante de él, con los paramilitares. Había un rechazo de los militares ante los intentos del entonces presidente Virgilio Barco de dialogar con las guerrillas. Tomkins escribió una autobiografía llamada Combate sucio, y allí cuenta que el oficial Salcedo afirmó estar “hasta la coronilla de Barco, quien con sus políticas de paz está paralizando al ejército colombiano”. En el libro Guerras recicladas, de María Teresa Ronderos, hay un extracto de entrevista en donde Tomkins afirma que lo llevaron a Colombia a hacer un golpe de Estado.

En 1988, Salcedo selló el acuerdo para que Tomkins y su amigo McAleese vinieran a Colombia. Llegaron el 1 de julio y se hospedaron en el Hotel Plaza. Les llevaron al hotel mapas de Casa Verde, porque la idea era bombardear el corazón de las FARC e incluso hicieron un sobrevuelo en un Cessna, pero no pudieron conseguir el armamento que los británicos pedían. Se quedaron en Colombia, exactamente en una isla en Puerto Boyacá a la que llamaban La isla de la fantasía. Mientras tanto, fueron llegando otros mercenarios de Australia y Sudáfrica. Mientras los ingleses estaban ahí, los paras del Magdalena Medio les iban llevando reclutas para que los entrenaran. En su autobiografía, Tomkins se refiere así a los reclutas paras que él entrenó: “Eran un grupo amigable, no les faltaba experiencia para matar. Les faltaba solo organización”.

Y la tuvieron. Se organizaron y llevaron el horror a todo el país. Porque el modelo de autodefensa del Magdalena Medio se exportaría a otras zonas: Urabá, Montes de María, el Catatumbo.

Después de formar a los jóvenes en el Magdalena Medio, Tomkins se quedó a una misión especial. Es que los paras de ese lugar terminaron volteándosele a Pablo Escobar quien, con su hacienda Nápoles, pensaba convertir este lugar de Colombia en su fortín. Pero no le comieron. Al contrario, fundaron los Pepes con ayuda de los hermanos Castaño y del Cartel de Cali. Por eso, pensaban que Tomkins y sus mercenarios podrían ser fundamentales a la hora de atacar a Escobar.

Tomkins y McAleese sobrevolaron varias veces la hacienda Nápoles. Allí pensaban hacer el ataque. Reclutó doce mercenarios a los que les pagaban 5.000 dólares por día, mientras durara la planeación de la ambiciosa misión. Al principio, el entrenamiento fue en Cali, pero después se fueron a la selva, en donde trabajaron muy duro, para poder hacer una misión que significaba llegar en helicópteros a la hacienda y hacerse un lugar a punta de tiros. La misión se frustró porque uno de los mercenarios pidió la baja y al regresar a Londres le contó toda la historia a la prensa. Aun así, continuaron y justo cuando se preparaban para realizar la misión, el helicóptero sufrió un accidente. Tomkins quedó herido y el piloto murió. La misión se abortó.

En lo que sí triunfó Tomkins fue en la consolidación de su proyecto paramilitar. Los muchachos del Magdalena Medio quedaron listos para realizar la barbarie que llenó de sangre a Colombia en los noventa y en la primera década de este siglo. La participación del ejército en la traída de estos mercenarios ingleses está más que comprobada. El crimen lo cometieron contra Colombia.