El decreto con el que Hitler dio vía libre a la desaparición de personas

Las pocas reservas morales que tenían los nazis con la idea que tenían de destruir por completo al pueblo hebreo venían de lo sucedido durante la I Guerra Mundial con los armenios. Los turcos, antiguo imperio Otomano, decidieron literalmente pasar a cuchillo a 1.500.000 armenios. Nadie los juzgó. “Si ellos lo hicieron nosotros también lo podemos hacer” se ufanaba Hitler. Todo el aparato legal del Tercer Reich se encaminó a volver “legal” la desaparición forzada, sus campos de muerte, apuntarle al aniquilamiento de millones de personas que ellos, bajo sus parámetros raciales, juzgaban inferiores.

Y así crearon campos de exterminio tan históricamente oscuros, tenebrosos como Dachau, Treblinka o Auschwitz. Pero, además, no sólo le apuntó a los judíos sino a todo lo que fuera diferente a ellos en su piel, en su manera de pensar. Homosexuales, comunistas, intelectuales. Por eso, en 1941, se lanzó el decreto Noche y Niebla, por el que técnicamente se aprobaba el traslado de enemigos del Reich a Alemania y allí desaparecían. El decreto tenía este título: “Directivas para la persecución de las infracciones cometidas contra el Reich o las fuerzas de ocupación en los territorios ocupados”.

No existía una ejecución inmediata. Los nazis, en sus perversiones, podían dejar vivos mientras torturaban los días que se les antojara a su objeto de odio. Hitler necesitaba dejar su firma en los territorios ocupados, que lo temieran los checos, los polacos, los franceses, los holandeses. A él le parecía que detener a sus enemigos, juzgarlos y condenarlos podría ser un signo de debilidad. La pena de muerte, la incertidumbre que le dejaba a los familiares la desaparición, moralmente destruía cualquier tipo de resistencia. No era solo derrotar, era aplastar.

Hay que recordar la valentía de la resistencia que se le hizo a las SS, a la Gestapo, en territorios ocupados como Francia. Personajes como Robert Antelme, quien resistió estar en el campo de concentración de Auschwitz, su pareja Margarite Duras y su amigo Francois Miterrand, se convirtieron en símbolos de la dignidad universal contra la barbarie nazi. El Reich puso a hombres como Klaus Barbie, conocido como El carnicero de Lyon por su salvajismo. Tal y como lo recuerda la BBC en un artículo publicado el 30 de agosto, día universal donde se recuerda el horror de la desaparición forzada, las palabras Noche y Niebla las sacó Hitler inspirado en una frase de la Ópera de Wagner El oro del Rhin. Como se sabe, era el compositor favorito de Hitler y de todo el nazismo. Desde la época de Ludwig II, el León de Baviera, Wagner fue la banda sonora de la obsesión germana por imponer su superioridad en Europa.

Pero en el territorio ocupado donde más se impuso el decreto Noche y Niebla fue en la Unión Soviética. Los nazis necesitaban volver añicos la moral del ejército rojo de Stalin, su principal enemigo ideológico y militar. Los comunistas soviéticos eran enviados directamente a las calderas, sin reparos, sin vacilación.

Según Amnistía Internacional, Hitler creó la desaparición forzada como un arma de guerra en 1941. Justo el día en el que Japón atacó a Estados Unidos en Pearl Harbour, y que lo hizo, justamente, para asentar su tenaza de acero en la Unión Soviética.

El 30 de abril de 1945 Hitler terminaría suicidándose junto a su pareja Eva Braun. Todas las ilusiones se habían perdido. Los rusos estaban en Berlín. De nada sirvió el horror, la derrota era algo seguro.

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Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.