
Este domingo, las, les y los jóvenes del país volverán a las urnas para elegir a sus representantes en los Consejos de Juventud, y esta jornada es una oportunidad histórica para reafirmar que la democracia se fortalece con las juventudes, y también es una oportunidad para reflexionar sobre su papel en la construcción de país.
Los Consejos de Juventud no pueden ser vistos como una figura de relleno, pues son instancias de participación y control social que deberían tener incidencia real en las políticas públicas y en los planes de desarrollo. Sin embargo, su potencial ha estado limitado por la falta de acompañamiento, la escasa financiación y, sobre todo, por el desinterés de muchos gobiernos locales que no comprenden el valor político de la participación juvenil. Que este año existan más de 45 mil personas jóvenes inscritas en 9 mil listas es esperanzador, pero la democracia juvenil necesita garantías reales para ejercerla.
Recordemos que, en 2021, apenas el 10% de las más de 10 millones de personas jóvenes habilitadas participaron en las elecciones a los Consejos de Juventudes, a diferencia de la participación general en el país que, para las últimas elecciones legislativas y presidencial, presentó una participación de 58% y en las regionales una participación de 59%. Y aunque este dato puede verse como desinterés de las juventudes, lo que en realidad refleja es una exclusión estructural, resultado de formas de hacer política desde el adultocentrismo, sumado a la falta de pedagogía política y la desconfianza en las instituciones, que hace que la política no sea percibida como una herramienta para la transformación.
Igualmente, a este escenario se suma un fenómeno que, a mi parecer, merece mucha atención, y es la derechización de las juventudes en el mundo. Estudios internacionales demuestran que, aunque, las juventudes hoy son una generación con mayor conciencia frente al cambio climático y una comprensión más amplia de las identidades de género diversas, en algunos temas manifiestan posturas más conservadoras y cada vez se sienten más identificadas con discursos conservadores y autoritarios, por ejemplo, para el caso de Colombia, según el Décimo Estudio de Percepción de Jóvenes la mayoría se identifican con una posición ideológica de derecha (25%) y el centro (56%), a diferencia de la izquierda (18%).
Esto debería encender todas las alarmas entre los sectores alternativos y progresistas, como una oportunidad para preguntarnos qué estamos haciendo mal. Porque algo nos debe estar faltando cuando una generación que ha crecido en medio de la firma del Acuerdo Final de Paz o el Estallido Social hoy encuentre mayor identidad en los discursos del orden, la autoridad, el punitivismo y la exclusión. Tal vez los discursos progresistas no están conectando con las realidades cotidianas de las juventudes, con sus ansiedades, precariedades y búsquedas identitarias. Tal vez nos hemos concentrado más en hablar que en escucharles. Y hablar de la política del cambio es hablar de la necesidad de mirar a las juventudes como sujetos políticos activos, acompañando sus procesos, abriendo espacios de diálogo intergeneracional, pero sobre todo construyendo confianzas.
De igual forma, hay que reconocer que la participación juvenil también está atravesada por desigualdades de clase, etnia, género y orientación sexual. Las mujeres jóvenes y las diversidades sexuales enfrentan barreras adicionales, desde la invisibilización de sus agendas hasta violencias políticas que buscan sacarles del espacio público. Si promovemos la participación, también hay que promover garantías, formación política feminista, acompañamiento institucional y respeto a la diversidad como principio democrático, además de espacios realmente seguros, recordemos que en las últimas semanas vivimos el secuestro y asesinato de candidatos a los Consejos de Juventud en distintos territorios. Se debe rodear sus liderazgos, especialmente en zonas donde ser joven implica un riesgo mayor.
A las, les y los jóvenes que leerán estas letras, mi invitación es a que salgan a votar, ojalá de la manera más informada posible. Se trata de respaldar propuestas que representen una manera distinta de hacer política, con transparencia y libre de corrupción, oportunismos o violencias. Y a quienes me leen que ya pasaron los 28 años, nos corresponde el reto de dejar de mirar a las juventudes desde la condescendencia y empezar a verlas como aliadas, para abrir paso a compartir experiencias y acompañar, sin imposiciones adultocéntricas.
Como en textos anteriores, insisto en recordar las palaras de Jaime Garzón: “Si los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselo. ¡Nadie!”