Cuando Carlos Mayolo hizo la telenovela más loca de la televisión colombiana

Lo que pasó, lo recuerdan los actores de Azúcar como si fuera ayer. Carlos Mayolo, hijo de la noche, se pasó un día de tragos. Así que le gustaba rodar sus películas. Las películas tienen su tiempo y el director de cine -gracias a la teoría de André Bazin- es el creador de la película. La televisión es otro tiempo y otra manera de gobernar. Acá el productor es el rey y el guion es su constitución. La montadora Elsa Vásquez, evocando muchos años después a su jefe, amigo y pareja, afirmó que la anarquía de Mayolo era demasiado para la televisión “no puede ser que le valga huevo el guion. El problema es para mí después, yo soy la que tengo que editar”.

El punto es que, en Azúcar, Mayolo se estaba tomando más del tiempo necesario para montar una escena que era una locura, en donde incluso había un actor, Gerardo Calero, que estaba colgando directamente de unas cuerdas sobre un piano. Y a Mayolo simplemente la cabeza se le nubló y no avanzaba, y el paso de la escena era cansino y había que resolver. Y entonces Vicky Hernández, una de las actrices implicadas, simplemente estalló: “Vos sos un hijueputa, no podés jugar con el tiempo de la gente, son las cuatro de la mañana, no avanzas, no respetas el guion y el pobre de Calero sigue suspendido en el techo”. Vicky gritó por lo menos cinco minutos. A Mayolo le dio tanto susto que se le cortó la borrachera y terminaron la escena y salió gloriosa, extraña, única, como todas las escenas de las que está compuesta Azúcar.

Yo sé que es muy difícil decirle a un pelado de 30 años que la mejor telenovela de todos los tiempos en Colombia no es Betty la fea sino Azúcar, un homenaje a la salsa, a los negros y una crítica a los latifundistas del Valle, a los dueños del azúcar, una obsesión bien marcada en la obra de tres de los amigos que conformaron el grupo de Cali: Mayolo, Luis Ospina y Andrés Caicedo. En Azúcar hay escenas de sadomasoquismo, una de ellas extraordinariamente interpretada por Alejandra Borrero, que fueron una prueba para el puritanismo imperante en la Colombia de esos días, en la Colombia de siempre.

Mayolo ese año hizo otra serie de comedia, Laura por favor, con Alberto Valdiri de protagonista y ya, se apagó. Se apagó en 1990. Vicky Hernández, quien lo acompañó en dos momentos sublimes de Mayolo, sus películas Carne de tu carne -Cine vampírico e incestuoso- La mansión de la Araucaima, cree que Mayolo fue un idiota “¿Qué le pasó a Mayolo?” le pregunta en el documental Todo comenzó por el fin a su amigo Luis Ospina. “Siempre fue un borracho con brújula y un día amaneció sin brújula y se dejó hundir”, Vicky hace referencia a que la dieta de Mayolo durante 30 años fue la siguiente: despertarse, prender un porro, tomar un vodka. El ejercicio se alargaba hasta completar la dosis: botella y media de vodka, tres gramos de cocaína, cinco porros. Y no pudo parar. Como su otro amigo del Grupo de Cali, Andrés Caicedo, Mayolo simplemente no resistió la tentación de autodestruirse.

Fue un grande, un pionero, el rockstar de nuestro cine. Con Luis Ospina crearon, a mediados de los setenta, una de las comedias más originales de la historia del cine latinoamericano: Agarrando pueblo, una burla a todos esos directores de cine, como Ciro Durán, que hacían películas como Gamín para venderle nuestra pobreza a los festivales de cine europeos. Mayolo y Ospina crearon el nombre: Pornomiseria. Vinieron sus películas, sus largos, solo pudo hacer dos. Los que trabajaron con él afirmaban que era solo un genio “A raticos” y que usted no puede dirigir una empresa de dos mil millones de pesos “con la sangre de un poeta”. Así que, a los cincuenta años, en plenos noventa, Mayolo era mercancía dañada. Al final de su vida tuvo un consuelo, conoció a la mujer que lo amó: Beatriz Caballero, y juntos hicieron una de las parejas más pantagruélicas de la cultura colombiana. Eran dos fuerzas de la naturaleza viviendo juntas. Y fueron felices, y tuvieron paz.

En el año 2015, siete años después de la muerte de Mayolo, Beatriz Caballero, quien justamente partió este año, afirmó que todos creían que Mayolo tenía comportamientos de poeta maldito, que se preguntaban ¿usted cómo hace para vivir con Mayolo? Y que ella se sorprendía porque afirmaba que no había nada más fácil que vivir con él. “Era tierno” afirmó. Alejandra Borrero, quien trabajó con él en Azúcar y luego interpretó varias veces su descarnado monólogo Pharmakon, en donde el director confesaba el problema que le trajo a su salud las adicciones dice que nunca “conoció un director que conociera tan bien a las mujeres”. El día que esparcieron sus cenizas en una finca del Valle del Cauca, Beatriz Caballero tuvo que ver cómo la mayoría de los asistentes eran mujeres que habían amado a Mayolo el bello, el irreverente, el anárquico, el maldito.

Mayolo, si estuviera vivo, hubiera cumplido 80 años el pasado miércoles. Quiso vivir en su ley. Pagó el precio de tener la felicidad de morirse como vivió.

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Iván Gallo

Es guionista de dos películas estrenadas en circuito nacional y autor de libros, historiador, escritor y periodista, fue durante ocho años editor de Las 2 orillas. Jefe de redes en la revista Semana, sus artículos han sido publicados en El Tiempo, El Espectador, el Mundo de Madrid y Courriere international de París.