En las últimas semanas ha circulado en redes sociales un video que fue rescatado del olvido. El 9 de agosto de 1994, mientras se dirigía a la Universidad Javeriana en un bus de servicio público, Iván Cepeda Castro vio un tumulto en la calle. Por instinto se bajó. A los pocos pasos comprobó que todos los temores se habían hecho realidad. El carro que estaba detenido en la calle era el de su papá, Manuel Cepeda Vargas. El senador era uno de los hombres más amenazados del país. La instigación de José Miguel Narváez, quien poco después se convertiría en uno de los hombres de confianza de Álvaro Uribe Vélez, fue determinante para que los paras de la casa Castaño tomaran la decisión de asesinarlo, eso sí, con la ayuda de oficiales del ejército que habían asumido como un credo la misión de matar al líder de la UP. En ese momento, Cepeda era un muchacho que había regresado de la Bulgaria socialista, lleno de dudas por un modelo que había fracasado con estruendo en la Europa del Este. Esta desilusión que vivió en carne propia le produjo fuertes enfrentamientos ideológicos con su padre, un comunista convencido y de vieja guardia que tenía como pensamiento un monolito inamovible. En medio del cubrimiento de la noticia, vemos al joven Cepeda siendo entrevistado por uno de los camarógrafos que estaba cubriendo la noticia. Sorprende, tres décadas después, constatar su aplomo, la capacidad para asumir el golpe casi en el instante. Por encima del dolor personal, Cepeda pudo pensar en ese momento en el exterminio al que estaba siendo sometida la Unión Patriótica, el partido al que pertenecía su padre, y pidió que cesara la masacre de los hombres buenos que tanta falta le hacen al país. Solo al final de esa intervención, la voz se le quiebra.
A los 31 años, Iván Cepeda se quedó sin padres. En 1981 una enfermedad se llevó a su mamá, Yira Castro, otro referente de las luchas colombianas. Y desde entonces, le tocó acostumbrarse a que su estado natural era levantarse del suelo. En junio del 2004, después de ser obligado a exiliarse, regresó al país a ver cómo los asesinos de su padre eran vitoreados en el Congreso. Uribe ya era presidente y él se volvió a limpiar las rodillas, miró hacia adelante y creó el MOVICE, el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado. Inevitablemente llegó a la política buscando verdades y, en ese camino, se encontró en las cárceles del país con testimonios de paramilitares que señalaban a Uribe como uno de los creadores del Bloque Metro en una de sus fincas, Las Guacharacas. En 2014, le hizo un debate en el Congreso. Uribe, fiel a su mantra de que no hay mejor defensa que un ataque, lo demandó ante la Corte, como un boomerang la sentencia se le devolvió a él y se encontraron elementos para determinar, en 2018, que quien había manipulado testigos era el líder del Centro Democrático. El juicio duró siete años. La jueza Heredia lo encontró culpable de dos delitos: soborno y fraude procesal. Unas cuantas semanas después, el Tribunal Superior de Bogotá decidió revocar esa sentencia. El fallo fue el 21 de octubre, un día antes de que Cepeda tuviera que hacer el cierre de campaña de cara a la consulta del próximo domingo.
La cita era a las cinco de la tarde en el Centro de eventos Montevideo, en Puente Aranda, uno de los lugares más complicados para llegar en la Bogotá de Carlos Fernando Galán, más parecida a la Berlín de 1945 que a una Atenas Sudamericana. Hay carros de reconstrucción en todos lados, parece que un bombardeo la hubiese azotado en la noche anterior. Las calles están abiertas, los edificios a medio hacer, puentes que parecen no terminarse nunca. En Puente Aranda, los camiones son mayoría y la movilidad es asfixiante. Hora y media después de tomar el taxi llegué a la cita.
Sobre las seis de la tarde, había muchas sillas vacías. Entre algunos de los organizadores se notaba la preocupación, y la tusa era evidente. Iván Cepeda acababa de ser enviado a la lona una vez más. Ahora tiene 62 años y tuvo que superar una prueba de fuego: en medio del enfrentamiento con Uribe, le descubrieron un cáncer. Con su determinación, también lo dejó atrás. Pero levantarse de la lona requiere paciencia y fuerza. Es un tópico estúpido de la autoayuda eso de que las caídas te hacen más fuerte. No, las caídas te van debilitando. Solo a algunos seres marcados por la historia les pasa que encuentran fuerzas de flaqueza y pueden seguir para adelante.
Sobre las seis y media, el auditorio ya estaba lleno. La energía había cambiado. Unas quinientas personas empezaban a corear el nombre de Cepeda, tenían banderas, camisetas con la cara de un hombre que, a pesar de su modestia, asumió la responsabilidad que le toca, la de ser un líder. La mayoría de los asistentes eran muchachos que no pasaban de los treinta años. Alrededor de la tarima, la seguridad corría a cargo de hombres y mujeres vestidos de blanco como si fueran Karatecas. Pertenecían a la comunidad Tao, que tiene su asentamiento en un lugar entre Duitama y Charalá y que habían emprendido ruta hasta Bogotá con la convicción del que sigue la verdad. Poco a poco, los aspirantes a Cámara y Senado que estarán en el tarjetón de la consulta el próximo domingo se acomodaron en la tarima. Sobre las siete empezaron los discursos. Gustavo Bolívar señaló al elefante en la sala, había una tusa judicial por el fallo que le quitaba de encima los dos delitos por los que había sido condenado Uribe, pero, con el populismo a flor de piel, señaló que “la justicia divina prevalecerá”, Alí Bantú, un poco llevado por la emoción, exageró: “Los colombianos debemos inmolarnos con Petro” refiriéndose a las lanchas que fueron hundidas esta semana cerca a las aguas del Pacífico colombiano, pocos aplaudieron. Gloria Flórez y María José Pizarro alistaron el discurso de Cepeda, que apareció sobre las ocho de la noche. En ese momento, el fervor se instaló en la sala. Los temores y la amargura que se sintió al principio estaban sanados, la tusa judicial se había disipado, Cepeda y sus seguidores volvían a tener la fe intacta. Una frase quedó instalada: “Estoy listo para el segundo periodo, que será el de las revoluciones políticas y sociales”, elogió a Petro y le dio fuerzas en la pelea que sostiene con Trump. Fue conciso y evitó mostrar que el fallo de Uribe lo había tocado. La esperanza estaba viva y así lo sintió la multitud que lo acompañó.
Yo estuve ahí, y la gran pregunta que me hago es si Cepeda es consciente de que para ganar las elecciones de mayo debe romper el nicho de sus votantes. La prueba de fuego será este domingo. Si la consulta llega a los dos millones de votos, las opciones estarán más claras que nunca y se convertiría en la primera víctima de crimen de estado en ser presidente. El camino apenas empieza, y él lleva décadas demostrando que, contrario a la lógica, cada golpe lo vuelve más fuerte.