
El 6 de noviembre de 1985, un comando de guerrilleros del M-19 entró al Palacio de Justicia en un acto que muchos estrategas calificaron como suicida. Según informes de inteligencia que se han hecho a lo largo de estos cuarenta años, la fuerza pública sabía de este ataque y, por eso, no encontraron ningún problema al entrar. Necesitaban darle un golpe certero a esa organización guerrillera, y los militares usaron un lugar como el Palacio de Justicia para tenerlos controlados y después acabarlos. De nada sirvió que usaran como rehenes a los 11 magistrados de la Corte que ese día fueron a trabajar. Cuando estaban en el baño del Palacio, arrumados por el humo y los balazos, no fueron escuchadas sus súplicas. El ejército simplemente arrasó. Lo que deja la piel de gallina y abre interrogantes es la determinación con la que se atacó a la honorable Corte. Uno de sus magistrados, Carlos Urán, alcanzó a salir con vida del Palacio, su familia, en una lucha heroica, demostró, gracias a las tomas hechas por un camarógrafo de la televisión, que Urán fue sacado con vida del palacio y de un momento a otro lo desaparecieron, y su cadáver fue hallado en el Instituto de Medicina Legal.